
Por LUPE CAJIAS
La Paz, 2 Abr. (ANF) - “La Hermandad”, escrita y dirigida por Andrea Ibáñez, acentúa la mirada a la coyuntura desde la perspectiva de los jóvenes citadinos con tal profundidad que muchos nos sentimos representados en esa interpretación.
Esta obra fue estrenada en La Paz el 2011 y logró un éxito inesperado, no porque le faltasen buenas razones, sino porque era apenas la primera autoría de Ibánez, todavía tímida en este duro campo de trabajo. En esta ocasión del VIII Festival Internacional de Teatro de La Paz, FITAZ, como una propuesta sui géneris, “La Hermandad” también fue llevada a escena por el elenco cruceño, Salamandra Teatro, el pasado 25 de marzo en el Teatro Municipal de Cámara.
Lastimosamente, por coincidir el horario con la presentación de “Pass Port” no la pudimos ver, pero queda pendiente el ejercicio de comentar las dos versiones y cómo cada grupo interpretó la propuesta de la joven dramaturga.
La autora contó con la inspiración y el apoyo del dramaturgo suizo Eric Alforfer quien visitó Bolivia el año pasado. La joven aprovechó apuntes de viajes, de observaciones cotidianas y de lecturas para componer una obra que nos retrata colectivamente en esta realidad del “cambio” con excesos odios, violencias, racismos y abusos.
La obra se descompone en 19 escenas -número sin cábala- para construir un rompecabezas imposible sobre el caos y sus implicaciones en la cotidianeidad cuando los habitantes de este país nos levantamos y no sabemos qué trancadera nos espera, qué servicio habrá dejado de funcionar, quién asume las responsabilidades por los cortes, por las fallas y por un recorrido circular permanente de poderes y jalones que no llegan a ninguna parte.
La escenografía es sencilla pero suficiente. Con base en las llantas de goma se construyen camas, cuartos, cárceles, viajes, salidas, escondites. También la música compuesta por el cuidadoso Alejandro Rivas es una buena selección.
El título es la insinuación del misterio, “La Hermandad”, el grupo, la secta, la cofradía, la murga, la comparsa, el partido, el club, la pandilla, a la que todos pertenecemos de una u otra forma. “La Hermandad” intenta representar roles que cumplen los seres humanos sin entender por qué ni para qué, casi siempre teñidos con el autoritarismo. Ese todo de absurdos se identificaba con el contexto de una realidad actual donde los gobernantes suelen usar un sentido modificado de las palabras- del lenguaje- como forma de disfraz para sus actos de represión.
La actuación es sobria y controlada. Edwin Urquidi refleja su aprendizaje al lado de Líber Forti y en las tablas cochabambinas; Mario Aguirre apunta a disputar los primeros lugares entre los actores bolivianos. Bernardo Arancibia muestra en cada ocasión su capacidad de interpretar diferentes géneros de la dramaturgia. También actúan Jesús Rojas y Marco Antonio Villarroel. Carmencita Villarroel se encargó del vestuario y asistió a la dirección.
Ibañez logró su anunciado objetivo: “reflejar el mundo, la realidad inmediata” y también su propio universo, alguien que sonríe y no se amarga, pero que clava la daga donde más inquieta.
Mario Aguirre es otro puntal en este VIII Festival, como actor en esta obra y en la compleja “En Silencio” y como director en “El Horacio”, ambas con el elenco Imakina Comunidad Teatral.
Aunque algunos artistas más experimentados comentaron que el desarrollo de la obra es ingenuo, igual que el propio texto y sus propuestas técnicas, el público aplaudió satisfecho.
Es importante notar que no es un conjunto estable el que presentó “La Hermandad”, pero sí reunió a actores cuidadosos, quienes aumentan la sensación general que el teatro boliviano está navegando mucho más seguro y profesional que hace un par de lustros.
(ANF)