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Opinión

Ropa usada, entre proteccionistas y ridículos

30 de Abril, 2017
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

Quienes siguen esta columna, hallarán una repetición en este tema, hace más de diez años, escribí ya en defensa de ese comercio, lo vuelvo a hacer, porque el problema sigue allá, y esta semana estuvo muy vigente debido a las nuevas medidas gubernamentales contra esa honorable ocupación que es la venta de prendas de vestir de segunda mano.

La ilegalidad de esta ocupación está ligado a la absurda prohibición de su importación. Si esta estuviese permitida, los importadores pagarían impuestos, y por supuesto que eso debería reglamentarse para que se lo haga de una manera justa y razonable.

Quienes se oponen a la importación de la ropa usada esgrimen argumentos que no se sostienen a la hora de analizarlos: Están los proteccionistas, quienes salen por los fueros de la industria, nacional, estos creen que ese comercio mata la industria textil local. Y pude ser que se dé una cierta competencia, pero para proteger de verdad ese rubro, lo lógico sería prohibir la importación de ropa nueva, porque las fábricas producen ropa nueva, y se estaría concentrando la acción hacia quienes tienen poder adquisitivo alto, personas que además, salvo excepciones no compran ropa usada.

Lo que resulta inmoral, es cargar sobre las espaldas de la gente con economía precaria, la sobrevivencia de una industria que eventualmente favorece a pocos trabajadores. Por lo demás hay pruebas de que el perjuicio directo no es una verdad absoluta, me refiero a calzones y a calcetines, no he visto que estas prendas sean vendidas en los mercados de segunda mano, pero eso si, tampoco no se ve una significativa producción nacional de esas prendas, lo que domina son prendas traídas del Perú o del Brasil, y tal vez de otras geografías lejanas.

Existen aparte de los proteccionistas, los ridículos, los que van por los fueros de que Bolivia no debe ser un basurero de los países ricos, y los que llegan a argumentar que es una falta de dignidad el usar ropa usada.

Sin flojera, quiero rebatir estos absurdos, un abrigo Loden usado, no es basura, y puede,  eventualmente arreglado, serle muy útil a una persona que vive en El Alto, unos jeans un poco pasados de moda, pero casi nuevos, tampoco lo son, menos unas chamarras de cuero, en algunos casos es ropa heredable por su buena calidad. No, la ropa usada no es necesariamente basura, puede ser mejor que la que llevan algunos afortunados del país. Y lo de la dignidad, es un sinsentido aún peor. La dignidad no se mide en función a que y donde se compra uno la ropa, sino en relación a valores mucho más profundos.

Hay quienes hablan de temas de salubridad, deben ser personas que jamás han dormido en un hotel. Pero también personas que no tiene la menor idea de cómo se transmiten las enfermedades.

Pero hay algo más, y algo que debería tomar en cuenta el Defensor del Pueblo (no se ría amigo lector), esto es el derecho del ciudadano a comprar lo que más le conviene, el rechazo que se debe tener para con los comercios dirigidos, algo que tuvo una enorme relevancia cuando se obligó a la población indígena en el siglo XVIII a comprar cosas que no necesitaba, o que eran muy caras.

Es incomprensible, que un gobierno de izquierda que supuestamente gobierna para los pobres, ponga una traba tan dura para encarecer y hacer más difícil la vida de los que menos tienen. Estos días se está hablando de la subida del salario mínimo, que ha llegado a la magra suma de un poco más de 250 dólares americanos al mes, y sabemos que hay mucha gente que gana mucho menos en el mundo de la informalidad, ¿por qué no hacerles la vida más fácil?

Poder pagar menos en cualquiera de las necesidades que las personas tienen, mejora su calidad de vida, con lo ahorrado unos comprarán libros, otros una computadora, otros tal vez cerveza, y otros tendrán una reserva por si les muerde un perro con mal de rabia, algo muy posible en este país lleno de canes sin dueño. 

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