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Opinión

La problemática de buscar y seguir buscando para estudiar la economía de la cultura en Bolivia

3 de Diciembre, 2018
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VALERIA SALINAS MACEDA

Probablemente, si estás leyendo esto te sientas en la tentación de pensar que el tema es poco relevante, pues si bien la cultura es sublime y genera disfrute, no es el área que precisamente llegue a cambiar el mundo. Si mantienes un perfil de economista numérico (a muchos economistas nos gustan los números), quizás opines que el área de la economía de la cultura es demasiado social para el mundo de la econometría, es más un espacio etnográfico, una rama de la economía más teórica, sin tanto fundamento empírico. Por el contrario, si perteneces al grupo más creativo y artístico, podrás opinar (opinión muy recurrente) que la economía de la cultura no hace más que mercantilizarla y roba toda la esencia de las artes.

Sin ánimos de juzgar las opiniones sobre el tema, debo decir que las premisas anteriores tienen cierto margen de error. Actualmente, muchos países han comenzado a trabajar políticas públicas bajo lineamientos de la economía de la cultura, considerando como base a las industrias creativas y culturales creadas por los actores sociales de la clase creativa. Vecinos como Brasil, Argentina, Colombia y Uruguay han fusionado cultura y economía para tener una nueva punta de lanza hacia el desarrollo económico, entendiendo que la creatividad es un recurso inagotable, que no solo es capaz de dinamizar operaciones financieras, sino que promueve el desarrollo humano y mejora la calidad de vida. A su vez, esta área ha permitido que el valor de la producción artística sea realmente reconocido y el trabajo de los creativos sea elevado a entenderse como una actividad productiva y no como un simple hobbie. 

Los números no escapan de la economía de la cultura, pues ésta si es un área empírica en la que obviamente el comportamiento humano pesa mucho (si es social), pero las predicciones para el desarrollo, perfiles de consumidor, análisis de oferta y demanda, etc, se fundan en el análisis empírico. Finalmente, para aquellos que creen que la cultura no es capaz de cambiar el mundo, quizás deberían pensarlo dos veces, no por nada se incluye a las industrias creativas dentro de casi todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ONU). 

Ahora bien, qué sabemos sobre la economía de la cultura en el país. Por el momento, sabemos muy poco. Si bien, en los últimos años se han realizado algunas acciones para promoverla, éstas parecen haber dejado pocas huellas en términos de resultados palpables o levantamiento de datos concretos que puedan contribuir a la visibilización del sector creativo en el país. Es posible identificar una serie de iniciativas e incluso promesas hacia el sector, de las cuales aparentemente no existen los productos esperados, o al menos si existen, son de difícil acceso ya que los funcionarios encargados no saben dar razón sobre los mismos.

Hace un par de años se inició, en el marco del Convenio Andrés Bello, la gestión para la construcción de una cuenta satélite de Cultura, para contar con estadísticas sobre industrias creativas y su consumo. Actualmente, los datos no se encuentran colgados en la página oficial del organismo gubernamental encargado de la misión, ni en la del regidor oficial de las estadísticas en el país. Tampoco los correos electrónicos oficiales de contacto generan respuesta sobre la información. Las páginas de Facebook de las instituciones vinculadas que parecen ser un medio de comunicación más eficiente, pues constantemente se aprecia interacción con comentarios sobre sus publicaciones, no emiten más que silencio sobre este tema al ser consultadas.

No todos los organismos públicos asociados a temas de economía de la cultura se mantienen al margen de responder consultas, existen autoridades que cordialmente atienden los requerimientos sobre información de la ciudad de La Paz contenida en algunos reportes publicados. Algunos funcionarios facilitan textos de acceso libre y generan redes de contactos. Las bases de datos, sin embargo, resultan difíciles de rastrear al haber sido construidas en coordinación con niveles gubernamentales superiores, en los que se cae en la espiral anteriormente descrita.

Por otro lado, se aplaude la iniciativa de haber levantado datos sobre consumos culturales en 2017, pero el realizar encuestas y procesar información debe recibir un seguimiento cercano. Dicha base, presenta errores en la aplicación de la encuesta, dado que las respuestas no coinciden con las preguntas que figuran en el cuestionario publicado. Al momento de procesar los datos para construir la base, en algunos casos las preguntas no se han transcrito adecuadamente y se han confundido unas con otras. Un tema que salta a la vista, son las fallas de typeo al momento de tabular los datos, acompañadas de faltas de ortografía que hacen que al agrupar los datos se abran categorías duplicadas. Por ejemplo, en la sección de fiestas patronales se encuentra a la festividad de “Virgen del Carmen”, “Birgen del Carmen”, “Virjen dell Carmenn” “Fiesta V. Carmen”. Detalle importante para quien desea trabajar con estadísticas.

La mayoría de estudios realizados por organismos internacionales sobre economía de la cultura tampoco resultan una fuente de información para el caso boliviano. De hecho, suelen indicar en la sección para Bolivia que “No se cuenta con datos para este país” o “Información no disponible para este país”. Es importante aclarar que, estos documentos utilizan datos levantados por los entes encargados en cada nación. Por lo tanto, si no figuramos en estos estudios, es porque en el país no se encargaron de hacer algo para que figurásemos.

Estos y otros son los obstáculos que frenan el estudio de la economía de la cultura. Se hace poco por obtener datos. Sin datos se hace poco. Como se puede hacer poco, no se avanza. Desalentador panorama para un país con tanto potencial como el nuestro, en el que la clase creativa es activa, curiosa y productiva.  

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