VICTOR CODINA S.J.
Un libro recomendable.
Curiosa y extrañamente, Francisco, en una de sus primeras apariciones para el Angelus dominical recomendó el libro del Cardenal Walter Kasper sobre la misericordia *(1). A los pocos días este libro se agotó en todas las librerías. Más tarde se supo que el Cardenal Bergoglio durante cónclave que precedió a su elección papal, leía este libro de Kasper, con quien tiene una gran sintonía, como reconoció el vocero del Vaticano, Federico
Lombardi.
Como jesuita, Bergoglio estaba familiarizado con el coloquio de misericordia ante Cristo crucificado que “de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal y así morir por mis pecados” que Ignacio de Loyola propone al final de la meditación de los pecados en los Ejercicios Espirituales (EE 53). Cuando Bergoglio fue elegido obispo eligió como lema en su escudo la frase Miserando et eligendo, Mirándome con misericordia me eligió, una paráfrasis de Beda el Venerable al evangelio de Mateo sobre la vocación de Mateo-Leví, el recaudador de impuestos (Mt 9, 9-13).* (2) Francisco siempre pide que recen por él y él se presenta como un hombre perdonado. El día 11 de abril de 2015 Francisco convocó el jubileo extraordinario de la misericordia que comenzará el 8 de diciembre del 2015, a los 50 años de las clausura de Vaticano II. *(3) .
¿Qué podemos deducir de esta convergencia de datos? Que existe ciertamente una especial sensibilidad de Francisco hacia el tema de la misericordia.
Una novedad revolucionaria.
Ya Juan XXII en la inauguración del concilio Vaticano II había dicho que la Iglesia prefería usar la medicina de la misericordia más que la severidad y la condena. Pablo VI en la clausura del concilio afirmó que la espiritualidad del Vaticano II era la del buen samaritano. Juan Pablo II en 1980 escribió una bella encíclica sobre la misericordia (Dives in misericordia, Rico en misericordia), inspirado en parte por la mística polaca Faustina Walewska. Benedicto XVI en Dios es amor (2005), también profundizó este tema.
El tema no es pues algo nuevo, la novedad consiste en que Francisco lo ha convertido en la clave de su pontificado, en el punto álgido de la jerarquía de las verdades cristianas, en el centro del anuncio evangélico. Francisco no parte de un método deductivo, de arriba abajo, sino de una realidad que es superior a la idea (EG 231-233), una realidad dolorosa, cargada de pecado e injusticia, de víctimas y pobres que claman. Frente a esta realidad Francisco no responde con dogmas y doctrinas teológicas abstractas sino con ternura y misericordia, con la pastoral del abrazo. No es el doctorque enseña desde su cátedra magisterial sino el pastor que va en busca de la oveja descarriada, el pastor que huele a oveja.
Sus signos simbólicos de abrazar a niños, a enfermos, a discapacitados, a ancianos, a personas privadas de libertad, a emigrantes africanos, su viaje Lampedusa, su afirmación de que el sacramento de la reconciliación debe ser una experiencia de la misericordia del Padre y no un tormento y que la petición de los sacramentos no puede convertirse en una aduana…su exhortación La Alegría del evangelio, su encíclica Laudato si´, la proclamación del Jubilo de la misericordia (Misericodiae vultus)… son manifestaciones de esta revolución de la misericordia, de su ternura y compasión ante el sufrimiento del pueblo y ante las amenazas a nuestra casa común.
De la revolución a la revelación.
Esta revolución de Francisco no es una innovación o una invención suya, sino que nace de la revelación bíblica.
El Dios del Antiguo Testamento no es simplemente el Dios iracundo y vengativo sino que progresivamente se revela como un Dios que escucha el clamor de su pueblo y baja para liberarlo (Ex 3, 7), un Dios clemente y misericordioso (Ex 34, 6), el Dios que camina y está junto al pueblo (Ex 3,14), que perdona culpas, libera a los cautivos y sana a los corazones afligidos. A Dios se le da un vuelco el corazón ante el sufrimiento de su pueblo, se le conmueven las entrañas (Os 11,8).*(4) . Es una misericordia que, como aparece sobre todo en los profetas, está ligada a la opción por los pobres y por la vida.
No es una gracia barata, es la expresión de la justicia divina que condena el pecado pero salva al pecador, es una justicia creadora, que va más allá del castigo. Los salmos expresan la confianza de Israel en este Dios clemente y misericordioso (Sal 103,8; 111,4; 145,8; 86,15…).
Este Yahvé del Antiguo Testamento es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que Jesús nos revela con su vida y enseñanza. Jesús es el rostro misericordioso del Padre: come con los pecadores (Mc 2, 13-17), siente que se le conmueven las entrañas ante los enfermos (Mt 14,14; Mc 1, 41), ante la viuda de Naim (Lc 7,13), ante el pueblo con hambre (Mt 25,32), que vaga errante como ovejas sin pastor ( Mc 6, 34). Sus parábolas del buen samaritano (Lc 10,25-31) y del hijo pródigo (Lc 15, 11,32) muestran la centralidad de la misericordia en el evangelio del Reino. Hay que ser compasivos y misericordiosos como el Padre (Lc 6, 36). Jesús se identifica con los marginados y los últimos, y los constituye en jueces escatológicos de la historia (Mt 25, 31-46).
Esta teología narrativa de la misericordia, propia de los sinópticos, se profundiza en los escritos paulinos y joánicos. La misericordia es el mayor atributo divino (Ef 2,4; 2 Cor 1,3; 1 Jn 4,8), es su esencia que se manifiesta en relación con el mundo, es la palabra clave del actuar de Dios hacia nosotros*(5) .
Frente a la imperturbabilidad e impasibilidad de los dioses griegos del Olimpo, al Dios trinitario se le conmueven las entrañas ante el dolor del pueblo, se compadece de su pecado, está siempre dispuesto a perdonar y sanar. Nos cansamos nosotros de pedir perdón antes que Dios de perdonar (EG 3). La justicia de Dios es su misericordia. La misericordia es el atributo fundamental de Dios, y la mayor de las virtudes, la razón de la alegría que el evangelio suscita en nosotros (EG 37). Esta revelación existencial de la misericordia del Padre fue en última instancia lo que le llevó a Jesús a su muerte. Su corazón abierto nos revela su amor misericordioso hasta el final (Jn 13,1; 19, 31-34).
Lamentablemente, el tema de la misericordia hasta hace poco tiempo ha tenido un lugar marginal en la teología de los manuales, en el catecismo y en la predicación. En la misma liturgia se invoca ordinariamente al Dios omnipotente y eterno. Parecería que la mentalidad helénica, esencialista, metafísica y abstracta hubiera prevalecido sobre el realismo dinámico, histórico y existencial semítico, como si Atenas hubiera triunfado sobre Jerusalén. Afortunadamente ahora se comienza a revertir esta situación y se coloca a la misericordia como el núcleo fundamental de la esencia divina y de la revelación cristiana.
El escándalo de los fariseos.
Los fariseos se escandalizaron de que Jesús comiese con pecadores y perdonase pecados. Las parábolas de la misericordia (Lc 15) y la respuesta de Jesús muestran que Dios quiere misericordia y no sacrificios (Mt 9, 13; 12, 7; cfr Os 6,6).
También en nuestros días hay quienes se escandalizan de esta clave pastoral de Francisco, la consideran peligrosa, contraria a los dogmas, propensa a la relajación, a un laissez faire, a un cristianismo light… Y todo ello fruto de un Papa que no es teólogo profesional-
Un ejemplo de esta actitud es la reacción de algunos sectores de la Iglesia que, encabezados por Cardenales, Obispos y teólogos, han pedido por escrito que en el Sínodo de la Familia no se conceda la comunión a los divorciados vueltos a casar, pues ello atentaría contra el dogma de la indisolubilidad del matrimonio y de la santidad de la Iglesia.
Frente a esta postura farisaica, otras voces teológicas deshacen estos falsos argumentos: la indisolubilidad del matrimonio no es un dogma sin excepciones sino el ideal utópico al que ha de tender gradualmente todo matrimonio cristiano; no se parte desde el arriba doctrinal sino desde abajo, desde la dolorosa realidad de matrimonios rotos irremediablemente y de personas que desean rehacer su vida y para ello necesitan el perdón de Dios y la fuerza de la eucaristía. Dios no es el guardián de la ley, sino el Padre misericordioso que sale al encuentro del hijo pródigo, le abraza, y le prepara un banquete *(6) .
Ante la acusación de que Francisco no es teólogo profesional hay que responder que,
Como, dice Santo Tomás*(7) , existen en la Iglesia dos formas de magisterio o de cátedra: la cátedra o el magisterio pastoral de los obispos (y por tanto también del Papa) y la cátedra o el magisterio teologal de los teólogos. Ambos magisterios convergen, pero son diferentes. El Papa no necesita ser un teólogo profesional sino que a él le corresponde ser pastor, fiel testigo de la Palabra y de Tradición, y dejar en libertad a los teólogos profesionales para que profundicen y discutan sobre la fe. Si el Papa es un teólogo profesional existe el riesgo de que quiera imponer su teología a toda la Iglesia y que descalifique como disidentes a los teólogos que defienden puntos de vista diferentes de los suyos . El actual restauracionismo preconciliar en el fondo sería una nueva forma de fariseísmo…
Una Iglesia misericordiosa.
Si la misericordia es la esencia de Dios revelada por Jesús, la Iglesia, que somos todos los bautizados, ha de seguir las huellas del Señor; ha de ser clemente y misericordiosa, perdonadora, a ella se le han de conmover las entrañas ante el sufrimiento del pueblo, ha de ser una Iglesia pobre y de los pobres, que sale a las periferias en busca de la oveja perdida, que se preocupa por nuestra casa común. El Espíritu del Señor que preparó y acompañó la vida y la obra de Jesús es el que ahora guía a la Iglesia hacia el Reino, un Espíritu que actúa desde abajo, desde el clamor de los últimos, (hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados, marginados…) y nos impulsa a ser misericordiosos como Jesús y nuestro Padre.
Las consecuencias prácticas de esta revolución de la misericordia son inmensas: hemos de situar el amor y la misericordia como lo central de la vida cristiana, como el mandamiento central del cristianismo que nos lleva a amar y perdonar a los demás, a optar por los pobres y por nuestra casa común la madre tierra, a luchar por la justicia, a cambiar el sistema actual que ya no da más de sí, que excluye a gran parte de la humanidad y destroza la naturaleza, a buscar estilos de vida alternativos al actual paradigma tecnocrático patriarcal y consumista, a cambiar la imagen del Dios terrible juez policíaco y convertirnos a un Dios Padre-Madre lleno de ternura y misericordia, a abandonar la pastoral del miedo, a acercarnos al sacramento de la reconciliación como a un espacio de misericordia no de tormento, a actualizar las obras de misericordia clásicas de Mt 25, 31-46 con reformas estructurales, a acercarnos a los espacios de sufrimiento y dolor: migrantes y refugiados, indígenas, campesinos, barrios periféricos, mujeres abandonadas, enfermos, ancianos, prostitutas, niños de la calle, drogadictos, minusválidos, hogares infantiles, cárceles…
María, Madre de misericordia
Si María es tipo e icono de la Iglesia (LG VIII), si todo lo que se afirma bíblicamente de la Iglesia se puede afirmar de María (EG 285), el icono y arquetipo de la Iglesia misericordiosa es María, reina y madre de misericordia como rezamos en la Salve Regina, una madre cuyos ojos misericordiosos nos muestran a Jesús, fruto bendito de su vientre…
Más aún, La alegría del evangelio nos habla de un estilo mariano de la evangelización, centrado en la revolución de la misericordia, la ternura y el cariño (EG 288). María, le dice a Juan Diego que no se turbe, que ella es su madre que está con él (EG 287), María es la madre que está junto a sus hijos y en las diversas advocaciones marianas ligadas a los santuarios comparte la historia de cada pueblo, entra a formar parte de su identidad histórica, camina con nosotros, lucha con nosotros, derrama incesantemente la cercania del amor de Dios (EG 286). En Laudato si´ María es la reina de la creación, la que cuidó a Jesús y la que ahora cuida con amor y afecto este mundo herido y se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano (LS 241).
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En síntesis, la revolución de la misericordia del Papa Francisco es fruto pastoral de la acción del Espíritu que actúa desde abajo y que nos revela en Jesús el rostro misericordioso del Padre y en María el rostro materno de Dios. De este modo se hace posible que la Iglesia no sea una simple institución o una ONG piadosa, sino que se convierta en un hogar, una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, donde pueda nacer un mundo nuevo (EG 288).
*(1).- W.Kasper, La Misericordia. Clave del evangelio y de la vida cristiana, Santander 2002 (2014 sexta edición). Cfr W.Kasper, El Papa Francisco. Revolución de la ternura y el amor, Santander 2015
*(2).- Cfr Hom 21, CCL 189-151
*(3).- Papa Francisco, Misericordiae vultus. Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia.
*(4).- En hebreo misericordia es rahamin, que tiene que ver con rehem, el seno y entrañas maternas. En este sentido la compasión y misericordia de Dios tiene mucho de amor materno.
* (5).- Cfr Sto. Tomás, Suma teológica, I, q 21 a 3s; q25 a 3 ad 3
*(6).- A.Torres Queiruga, El Papa pastor frente al restauracionismo preconciliar, Selecciones de Teología nº 215, julio septiembre 2015, 171-184
*( 7).- IV Sent d 19 q 2 a 2. J.H.Newman vuelve a repetir esta doctrina del doble magisterio en la Iglesia.