CLAUDIA ARCE
Hace unos días, el presidente Evo Morales, en su discurso inaugural del Encuentro Internacional de Mujeres rumbo al G77 más China, expresó: “No se trata de normas, de leyes, para reivindicar los derechos, eso depende de cada uno o de cada una de ustedes. Pensar que los derechos van a ser respetados con normas, desde arriba y desde afuera, nos equivocamos; y esa es nuestra experiencia. Depende de una acción de las mismas organizaciones”. Esta aproximación, que es compartida por muchas personas ante la situación tradicionalmente desventajosa de las mujeres, se expresa como un antípoda de la lucha por la despatriarcalización y tal vez explica por qué este horizonte no está presente en la Constitución Política de la misma manera que se plantea la descolonización, aunque en el discurso político se dice que ambos procesos han ido de la mano.
En efecto, la despatriarcalización, a pesar de las muchas diferencias de posturas ideológicas y políticas que existen entre las diversas mujeres de Bolivia, se ha convertido recientemente en un horizonte compartido y reivindicado por los diferentes sectores urbanos y rurales, y plantea que las estructuras de dominación, opresión y subordinación contra las mujeres están presentes en la familia, la sociedad y el Estado, y que en muchos casos son mantenidas y reforzadas por los usos y costumbres, por lo tanto corresponde desarrollar tratamientos integrales para las problemáticas que se desprenden de esta matriz.
Bien sabemos las mujeres que los cambios no se van a producir por la fuerza de la ley, pues tenemos uno de los cuerpos normativos más garantista de los derechos de las mujeres en Latinoamérica, pero los casos de violencia se han agudizado en sus alcances. De ahí que se demanda que esta problemática sea asumida como un asunto estructural de las sociedades y los Estados y que la erradicación de la violencia sea una meta de la agenda post 2015.
De igual manera, en el ámbito nacional, las mujeres bolivianas organizadas, reconociendo que hay avances importantes en la equidad de género, pero identificando los nudos y desafíos pendientes, se han adelantado a los programas partidarios rumbo al proceso electoral de octubre, y han construido una agenda que demanda la deliberación política acerca de los siguientes ejes de la despatriarcalización para la generación de condiciones efectivas que permitan: 1) ejercer el poder político en igualdad de condiciones que los hombres, 2) el desmontaje cultural, simbólico y material del patriarcado, 3) vivir libres de violencia, 4) la autonomía y autodeterminación de los cuerpos de las mujeres: reconocimiento y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos y 5) autonomía económica: acceso equitativo a recursos, ingresos, trabajo, oportunidades; reconocimiento de su aporte económico y revalorización del trabajo doméstico y de cuidado.
En suma, si bien el Estado boliviano ha dado pasos importantes para mejorar la situación de las mujeres, las agendas mencionadas (internacional y nacional) desde las mujeres demandan que el compromiso se traduzca en políticas públicas, acciones y presupuestos suficientes y adecuados para efectivizar el cambio que no logra plasmarse con la socialización de las leyes, de ahí que se ha recomendado crear una instancia de mayor jerarquía como un Ministerio de estos asuntos como una vía para asumir el desafío de manera más integral, tal como lo han hecho países como Perú y Paraguay por ejemplo.