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Opinión

Desagregación social y división del MAS

4 de septiembre, 2023 - 00:00
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OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER

Sorprende que el estallido de la división en el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) hubiera tomado por sorpresa a los Medios de comunicación oficiales, para oficiales y a sus periodistas “analistas”; una suerte de indisimulados propagandistas del MAS. También sorprende que aborden el tema, de índole socio histórico, con argumentos leguleyos referidos, en gran medida, al estatuto de un organismo sindical. 

Comencemos refiriéndonos a esta problemática socio histórica con la noción de “desagregación social”, para decir que la relación entre esta desagregación y la división interna en el MAS, forma parte de un solo proceso histórico. Este proceso adelanta el despunte de una nueva configuración social y política en el país. Lo que se tiene, por tanto, es el fin de un proceso (el representado por el MAS) y la conformación de uno nuevo. 

El proceso que concluye se caracteriza por una alta agregación social alcanzada en sus inicios, la cual dio lugar a la constitución en los hechos y para todo fin práctico, de un sistema político monopartidista, con fuertes tendencias totalitarias. El nuevo proceso que se comienza, por su parte, adelanta agregaciones medias y por tanto diversas -lo que no excluye, por supuesto, acuerdos entre las expresiones políticas de esas diversidades. 

La desagregación social que se expresa por medio del MAS no es solamente política; al contrario, revela un alcance mayor. En efecto, en este caso hablamos también del derrumbe de acumulaciones discursivas, específicamente del discurso indigenista andino, del discurso nacionalista de izquierda y de cierto marxismo de bolsillo. Estos fueron discursos, cuya legitimidad se mantuvo por un lago período histórico y se caracterizaban por alguna que otra agudeza en sus críticas. Sin embargo, en esta coyuntura larga (2000 – 2023) lo que la izquierda latinoamericana (agrupada en el Foro de San Pablo y del cual forma parte el partido de Morales – Arce) en el poder ha develado, es la notoria falta de su desarrollo teórico. La pérdida de capacidad propositiva en el MAS tiene mucho que ver con este anquilosamiento teórico. Así, tanto con Evo Morales como con Luis Arce, antes que discursos propositivos e incluso simplemente legitimadores, únicamente se han sostenido discursos justificadores, útiles para el encubrimiento. 

La agregación social lograda mostró, a la vez, que los elementos que la constituyeron y la mantuvieron por un cortísimo tiempo, eran muy frágiles como para alimentar un proceso de la envergadura que se estaba viviendo. Sin proposiciones discursivas, en estos tiempos de democracia donde prevalecen precisamente las proposiciones discursivas, y sin visión de país (es decir, sin ideología) no podía mantenerse ya la convocatoria, a partir del asiento social campesino, al resto de las clases sociales. Debe entenderse que la convocatoria social, la interpelación, permiten el convencimiento social por lo cual, sin ellos, ninguna agregación social puede mantenerse y se reduce al núcleo desde el cual se inició. Precisamente éste es el proceso histórico, social, que vive Bolivia. 

Nos acabamos de referir al contexto en el que debe leerse la división del MAS y comprender, de esa manera, la significación que estos hechos tienen. Recordemos, en principio, que el trasfondo de esta división está constituido por el proyecto delincuencial originario del MAS, impulsado desde el 2006. Este proyecto se encuentra en franco proceso de caducidad histórica, gracias, notablemente, a la exitosa resistencia democrática del 2019. Detengámonos brevemente, por tanto, en el proyecto original hoy caduco. Apuntemos, en principio, que éste tuvo un nítido perfil totalitario delincuencial, compartido tanto por Evo Morales como por Luis Arce. 

Tal es así que Evo Morales es tan racista e intolerante como David Choquehuanca y está claro que Luis Arce y Álvaro García tienen por igual el no saber qué son. Lo demuestra la sorpresa del primero, por el hecho que el negocio del gas tocara fondo luego de una línea de declinación que comenzó el 2014, cuando él era el ministro de Economía y bajo cuya responsabilidad se supone estaba cumplir con la obligación de desarrollar políticas de inversión, para la exploración de nuevos pozos gasíferos. El segundo, por su parte, no sabía si era sociólogo o matemático. No insistimos en estos desconocimientos de ambos personajes por mera majadería, sino para recalcar la ligereza con la que los “teóricos” del MAS toman, desde siempre, los asuntos de interés nacional. 

Entonces, si Morales y Arce, junto a sus respectivas fracciones, son en todo similares, ¿por qué no logran superar sus diferencias? Postulamos que la reyerta entre evistas y arcistas ya no gira por quién abanderará la recuperación del originario proyecto delincuencial del MAS, sino por cuál de esas fracciones pueda desarrollar su propio proyecto delincuencial, desde el Estado. La farsa de la lucha contra el narcotráfico hoy como ayer, pretende encubrir el premio mayor que está en disputa y que se lo llevará quién se imponga en la pugna interna. Ese premio apetecido no es otro que el de beneficiarse de la cobertura estatal al narcotráfico y demás actividades delictivas. 

La lógica totalitaria que ambos grupos comparten, así como la lógica delincuencial, se corresponde con la forma en que las contradicciones sociales han sido procesadas, desde el 2006. Esto quiere decir que esas contradicciones se han expresado en su desnudez total, o sea sin ningún tipo de mediaciones. Ausencia de mediaciones porque tanto Morales como Arce se han dado a la tarea de desinstitucionalizar todo el tejido democrático en las estructuras del Estado y de la sociedad. Así, nadie debiera extrañarse que, hoy por hoy, la pelea entre evitas y arcistas se exprese en amagos de focos de convulsión social, esparcidos a nivel nacional. 

En este sentido, concluyamos que la división en el partido de gobierno, en medio de la desagregación social, no afecta a la continuación del proceso de desinstitucionalización, de la instrumentalización partidaria del sistema judicial y, en lo principal, del encubrimiento estatal al narcotráfico. Ninguna de las dos fracciones enfrentadas tiene interés alguno en cambiar las cosas. Por otro lado, también puede concluirse que, en rigor, ni a evistas ni a arcistas interesa recuperar lo que el MAS fue, como fenómeno social, en sus orígenes (algo que, por lo demás, es histórica, social y políticamente imposible). Si algo preservan ambos grupos es la motivación por mantener lo poco que queda de la estructura de origen, ya que entienden que se trata de un bien apto para cobijar a grupos vandálicos de choque y a la delincuencia organizada. 

El autor es sociólogo y escritor

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