VICTOR CODINA S.J.
Los profetas de Israel anunciaron la llegada de un Mesías, Salvador, ungido por el Espíritu, que salvaría a su pueblo. Jesús fue este Mesías, pero no el Mesías político que muchos esperaban, sino un Mesías de servicio y solidaridad con los pobres, no un salvador con poder mundano y prestigio. Por esto lo mataron. Jesús reina desde la cruz.
A lo largo de la historia muchos líderes religiosos y políticos se sintieron mesías, salvadores providenciales del pueblo. Los emperadores romanos se autoproclamaron dioses y exigían culto. En el siglo XX surgieron mesianismos políticos revolucionarios (el comunismo marxista de Lenin, de Stalin y de Kruschev) y mesianismos antirrevolucionarios dictatoriales: Franco caudillo de España “por la gracia de Dios”, Mussolini el “Duce”, Hitler el “Führer” defensor del Tercer Reich, el Tercer Reino del Espíritu que anunció el monje calabrés Joaquín de Fiore. También en América Latina ha habido mesianismos de derechas (Bánzer, Pinochet, Videla, Strössner, Somoza, Duvalier…) y mesianismos revolucionarios (Fidel Castro, Che Guevara, Hugo Chavez…). Presidentes de USA no han escapado a esta tentación, considerándose elegidos por Dios para salvar al mundo: Reagan, los Bush y ahora Barak Obama… También en la Iglesia ha habido líderes mesiánicos, como Inocencio III y Bonifacio VIII.
Los síntomas de estos mesianismos son comunes: autoritarismo basado en la convicción de ser elegidos para una misión providencial, centralismo, eliminación de los opositores, culto a la personalidad, pensamiento único, perpetuación del propio mandato, etc. En general, sus consecuencias han sido muy nefastas (el archipiélago Gulag, los campos de concentración nazis, las víctimas de las guerras en Vietnam, Irak y Afganistán, asesinatos, deportaciones…) y siempre negativas para la población: eliminación de los disidentes y de las libertades democráticas… Justifican estas posturas en defensa de un enemigo: el marxismo, el terrorismo, en unos; el capitalismo y el Imperio, en otros. Unos y otros alegan que El fin justifica los medios.
Afortunadamente no todos los líderes mundiales han sido víctimas del mesianismo: ni los constructores de Europa (Adenauer, De Gasperi, Schuman), ni Carter, ni Mandela, ni el buen Papa Juan XXIII, ni Benedicto XVI que se atrevió a renunciar al pontificado. El Papa Francisco, a los que repetían “Francisco, Francisco”, les dijo que gritasen “Jesús, Jesús”.
Porque los cristianos no tenemos más que un solo Señor y Salvador, Jesucristo, Hijo del Padre y ungido por el Espíritu. No podemos adorar a otros dioses. Nuestro único Mesías se llama Jesús de Nazaret.