Editorial ANF
La frase “callar es lo mismo que mentir” atribuida a Luis Espinal, SJ a quien, en reiteradas oportunidades, gente del gobierno actual ha invocado como modelo de un tipo de Iglesia (tal vez la que creen acorde a sus aspiraciones), unida a la del también jesuita Xavier Albó, SJ y pronunciada en el acto de condecoración con el Cóndor de los Andes: Ama Ch'in, no son mera retórica populista o demagogia política. Son expresiones vivas que tienen que ver con la libertad de toda persona humana a pensar, opinar, decir, expresar, disentir, criticar y no pactar con la mentira, la falsedad o la hipocresía, en definitiva con la libertad de expresión, que a Lucho le costó la vida.
El pasado 3 de mayo se celebró el día mundial de la libertad de expresión, que incluye como elementos la libertad de prensa y de acceso a la información. Dicha libertad es no solo condición para la calidad democrática de un país sino uno de los factores que enriquece el diálogo y debate democráticos para una mejor relación entre estado, sociedad, gobierno y ciudadanía, para una vida buena.
Cuando se quiere acallar voces distintas y diversas porque no dicen lo que a los gobernantes gustaría escuchar se atenta contra ésta libertad; del mismo modo, cuando surgen voces críticas y de denuncia frente a situaciones de injusticia, corrupción, violación de derechos humanos u otros en el seno del poder político, y se quiere censurar, amenazar o atacar públicamente, no se actúa en el marco de la democracia plural.
Este 10 de mayo fue el día del periodista y algunos mensajes de felicitación de parte de los gobernantes fueron para seguir colocando etiquetas: unos que están con el proceso de cambio y otros que son opositores y del Imperio. Sería más franco y menos hipócrita decir que se felicita y agradece a quienes dicen lo que al gobierno (o a cualquier poder político) le agrada escuchar, mientras que se condena a quienes muestran verdades incómodas, que no siguen su guión o que preguntan para buscar la verdad y no para quedar bien con Dios y con el diablo.
Las censuras y ataques personales a periodistas, medios de comunicación e información o instituciones no afines al gobierno muestran la intolerancia de quien ve amenazados sus intereses y la hipocresía de quienes aseguran libertades y democracia cuando no son capaces de recibir críticas, cuestionamientos o responder sin agredir a quien informa y pregunta.
Y todo lo anterior tiene que ver con que no se puede callar frente a la injusticia contra quienes son víctimas inocentes de un sistema judicial corrupto, no se puede callar ante la corrupción o el robo que disminuye las posibilidades de días mejores para quienes viven postrados en la pobreza, no se puede callar frente al abuso del poder y de la fuerza cuando sectores marginados exigen su derecho a una vida digna, no se puede callar cuando la calidad moral de autoridades públicas refleja su inconsistencia humana, no se puede callar cuando se quiere controlar y manipular espacios de expresión públicos, no se puede callar cuando se exhiben obras faraónicas para alimentar el ego de los poderosos cuando a una cuadra la gente mendiga su pan. No se puede callar porque eso sería mentir.