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Opinión

¿Referéndum Militar?

2 de Octubre, 2010
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MANFREDO KEMPFF SUAREZ

Hemos visto, atónitos como todo el mundo, las barbaridades que cometen en los cuarteles algunos oficiales de las Fuerzas Armadas, especialmente contra los reclutas o conscriptos. Si no fuera por los medios informativos que tanto cuestiona el actual Gobierno, los abusos cometidos en los cuarteles no se conocerían y continuarían las criollas “chocolateadas”, los ahogamientos, los plantones, y tantas pruebas crueles a las que algunos brigadieres o tenientes son afectos a realizar con mostrencos. Lo hacen, la mayoría de las veces, no por sádicos sino por sentar autoridad, por aparecer como jefes machos ante la tropa y ante sus compañeros. Eso es intolerable y  no debiera suceder más.

Pero de ahí a que los bolivianos concurramos a un referéndum sobre la materia hay un largo trecho. Que la ciudadanía vaya a votar por el “sí” o el “no” para que se acabe con el servicio militar obligatorio es algo extremadamente delicado. Como decimos en el oriente: no hay que hurgar a los petos. Significa que mejor es no provocar a las avispas porque, hurgado el avispero, repentinamente sale un enjambre furibundo y en un santiamén acaba picando a todos los traviesos. Les quita las ganas de jochar por un largo tiempo.

Hay que reflexionar sobre algo. Si se convoca a un referéndum para la supresión del servicio militar obligatorio, tendría que haber grandes y agrios debates sobre el particular; y para alentar el voto por el “sí”,  se tendría que agraviar a los militares inevitablemente, culpándolos de las dictaduras pasadas y de las guerras perdidas, sin reconocerles mérito alguno. Sería segura una mayoría que se inclinaría por el “sí” a la supresión del servicio militar obligatorio. El “no” tiene todas las de perder en un momento como el actual. El “sí” llenaría de satisfacción  a muchas personas que están en el Gobierno  y que desean el “cambio” a toda costa, incluyendo a las FFAA, como ya está sucediendo paso a paso.

El referéndum derivaría en un asunto político, alentado abiertamente por quienes buscarían ir con el “sí” mucho más allá que la eliminación del servicio militar,  mostrándolo de manera taimada, mañosamente, es decir como vinculante a otra cosa distinta: a si es necesario que existan las Fuerzas Armadas o no.

 Algunos dirán que eso no tiene importancia, que Bolivia debe “sincerarse”, y que la pobreza del país ya no aguanta para sostener a miles de jóvenes que vagan en los cuarteles y a quienes, para peores males, los maltratan y no les dan ni de comer. O que el Estado Plurinacional no pude cargar con gastos de tantos  generales, almirantes, y  un alto presupuesto en sueldos, mantenimiento de establecimientos, granjas, cuarteles, equipo, alimentación, etc. Esa es una idea que ronda desde hace muchos años y que los militares la conocen bien.

Tendríamos que estar locos de remate para buscar un desafío mayor a los militares que pretender dejarlos sin tropa. Es simplemente perseguir su destrucción. Las FFAA se convertirían en un ejército donde abundarían jefes y faltarían soldados. Si se quiere destruir al Ejército Nacional, la mesa está servida convocando a un referéndum sobre el servicio militar obligatorio. Y somos tan estúpidos que lo vamos a hacer. Porque, justamente cuando los militares están en sus cuarteles, no se entrometen en política,  y muchos disfrutan de muy buen trato desde el Poder, a algunos se les viene a la mente estas ocurrencias que van a ser fatales.

Para dejarnos de historias, la abrumadora mayoría parlamentaria del oficialismo podría, si desea, modificar en un dos por tres el artículo 249 de la Constitución, donde se establece que todos los bolivianos están obligados a prestar su servicio militar. Mediante referéndum o por modificación constitucional, el MAS tiene la sartén por el mango. Pero, repetimos, nos es bueno meterse tanto en los problemas castrenses. No hay que hurgar a los petos innecesariamente.

Sería suficiente con sancionar con el máximo rigor a los oficiales y jefes abusivos y establecer enérgicamente que a los conscriptos, que están obligados a prestar su servicio militar, no se les puede dar el mismo trato que a quienes eligen voluntariamente la carrera de las armas. Quien se decide para ser un soldado profesional sabrá a qué atenerse, así lo pateen sus brigadieres. Él ha decidido hacerse militar y eso tiene un alto precio de sacrificio. Es su elección personal y sabrá enfrentar las consecuencias. Ese joven sabe que entrar a un cuartel no es lo mismo que ir a un convento.

Entonces pensemos razonablemente y evitemos crear un malestar innecesario con las Fuerzas Armadas. Que el Ministerio de Defensa y el Comando en Jefe estén atentos para castigar sin contemplaciones el atropello a los jóvenes que obligatoriamente van a cumplir con la ley.  A los otros, a los que están porque aman esa carrera de abnegación y entrega, que les saquen la mugre y que los hagan padecer frío y tragar lodo. Ese no es problema del Estado. Es solamente de ellos. A fin de cuentas, así se hacen los ejércitos.

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