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Opinión

Terrorismo de Estado, 15 años después

22 de Abril, 2024
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ROLANDO TELLERIA A.

El operativo conocido como el “asalto” al Hotel Las Américas, de abril del 2009, cobra hoy mucha relevancia, a partir del anuncio del gobierno de investigar el “caso terrorismo”, desde otra perspectiva. Se debe investigar, ahora, las ejecuciones extrajudiciales, torturas y otras violaciones a los derechos humanos perpetradas en esa operación, planificada y ordenada por las máximas autoridades del gobierno.

La investigación -ordenada incluso con mucha demora-, obedece a las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en un informe del 2021, donde establece que, en el “operativo”, hubo ajusticiamientos, torturas, detenciones ilegales y persecuciones sin el debido proceso.

Para comprender este “operativo” en su verdadera magnitud, que fue, dicho sea de paso, una decisión de alta ingeniería política, es importante describir las circunstancias de la época. 

Del 2006 al 2009, inclusive, el país vivió una profunda crisis política, producto de una intensa polarización. Se hablaba entonces de la presencia de dos Bolivias, con dos agendas distintas y contrapuestas (la agenda de octubre y la agenda autonómica de junio). No obstante el triunfo, con cerca del 54% de la votación en diciembre del 2005, Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS), carecían del poder total y el control de todo el territorio.  En los departamentos de la denominada media luna, se había nucleado, en los Comités Cívicos, una recalcitrante oposición. El primer mandatario era persona no grata en esos departamentos, al extremo tal que ni siquiera podía utilizar sus aeropuertos.

En palabras de García Linera, el país vivía, políticamente, un peligroso “empate catastrófico”. En la correlación de fuerzas, de los dos bloques antagónicos, había un “empate”.  Ninguno podía establecer supremacía.  El proyecto político del nuevo bloque, no terminaba de imponerse. Por su parte, el viejo bloque neoliberal, resistía con el discurso autonómico y tampoco terminaba de morir. 

Ante la imposibilidad de acabar con el “empate” en las vías formales de la política, las calles tomaron gran protagonismo en violentas jornadas. El 11 de enero del 2007, en Cochabamba; el 24 de mayo del 2008 en Sucre; y el 11 de septiembre de ese mismo año, en Pando. Estos trágicos episodios, para entenderlos adecuadamente, se los debe colocar en ese escenario del “empate catastrófico”.

Para salir de ese “pantano” y acabar con la recalcitrante oposición, Morales y sus estrategas diseñan y planifican el “asalto” al Hotel Las Américas, con el pretexto de “combatir” a una supuesta cedula terrorista con afanes separatistas. El operativo responde, entonces, a una alta y delicada decisión política. Con libretos previamente establecidos, con lista de acusados, compra de testigos, siembra y montaje de pruebas; se puso en marcha el operativo, desde el aparato del Estado.

En términos políticos, lo planificado, fue un éxito. Lograron, no solo arrinconar, sino borrar a toda la oposición de la media luna. Con un saldo de 3 muertos en el operativo y 49 presos después, utilizando el miedo -práctica habitual en el terrorismo de Estado- modifican radicalmente la configuración de poder. Santa Cruz, después de la “masacre” de Las Américas, ha cambiado profundamente. Los obstinados opositores, incluida la burguesía agroindustrial, más por miedo al terrorismo de Estado, que, por pragmatismo, se aliaron al gobierno. Algunos de ellos incluso, hoy, enarbolan banderas azules.

El operativo de Las Américas, acabo con el “empate catastrófico” y estableció, por un tiempo, un nuevo horizonte político con irrebatible hegemonía de la hoy rancia elite azul. 

Jurídicamente, sin embargo, el caso no se ha cerrado. Mas bien, hoy, cobra vigencia a raíz de la decisión del gobierno actual de iniciar investigaciones, juzgar y, de ser el caso, sancionar a los responsables de las ejecuciones extrajudiciales y graves violaciones a los derechos humanos. A partir del Informe de la CIDH, el Estado boliviano debe cumplir con la obligación de juzgar internamente. Si no lo hace, el proceso pasará a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).

Por donde se vea, en las circunstancias actuales, jurídicamente, Morales está acorralado. Podría correr la misma suerte de Fujimori, que fue condenado, internamente, a 25 años de prisión por las matanzas de Barrios Altos y la Cantuta. También tiene una sentencia de la Corte IDH en etapa de supervisión.

Cuando se tiene el poder, y peor aún cuando se tiene el poder total, los tiranos siempre tienen la propensión de actuar más allá de la legalidad al eliminar a sus oponentes. Empero, la impunidad no es indefinida. Si bien el operativo de Las Américas fue, en su momento, altamente exitoso, jurídicamente deja cosas pendientes con sanciones inexorables.

Jurídicamente el ex presidente no tiene escapatoria. Arce Catacora, tiene, en bandeja de plata, la cabeza de Morales. 

El autor es profesor de la Carrera de Ciencia Política de la UMSS

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