17 de Julio, 2024

Yumani: Tres años de minería aurífera ilegal que excava sus tierras y deforesta sus árboles

 

Por: Micaela Villa Laura, enviada a Rurrenabaque

Yamilca Flores cierra los ojos por unos segundos, se transporta en el tiempo. Suspira, recuerda, se acongoja, aquellos años cuando era niña, ya no volverán. Aquel río Beni que la vio nacer y crecer hoy está herido, hace tres años mineros auríferos se asentaron en sus orillas para excavar, dragar y zanjar sus tierras que comparte con sus casi 450 habitantes. Es la comunidad de Yumani. 

El Puerto Yumani, ubicado a unos 15 kilómetros en vehículo de Rurrenabaque, en el departamento del Beni, pertenece a la Organización de Comunidades Indígenas de Rurrenabaque (OCIR), la Agencia de Noticias Fides (ANF) llegó hasta esa comunidad en el marco del Foro Social Panamazónico (FOSPA).  

Yamilca y otros comunarios denunciaron la presencia de la minería ilegal, que además deforesta y podría ocasionar que el río inunde su comunidad y sus plantaciones agrícolas. Viven con el temor permanente de que eso suceda. 

Los habitantes de Yumani comparten dos pozos de agua; tienen una escuela -solo para el nivel de primaria-, producen en sus chacras, tienen un albergue comunal y usan un baño público con una letrina de madera, que está cubierta solo de cuatro calaminas que forman sus paredes. Su convivencia es comunitaria, más aún si se trata de defender sus tierras: se organizan y la defienden.

No cuentan con alcantarillado ni agua potable, cocinan a leña y crían, en su mayoría, gallinas para su alimentación. Sus viviendas fueron erigidas principalmente con ladrillos y techos de calaminas, son de una planta y cada una tiene de dos hasta cuatro cuartos, además de un patio. Muchas no cuentan con puertas principales ni paredes de cerco. Varios perros -en su generalidad desnutridos- también acompañan en su morada.
 

Cuando las orillas del río Beni gritan

Flores mira al río Beni con penar. Recuerda que hace casi 30 años, llegaba hasta sus orillas para jugar, nadar, pescar y compartir un almuerzo con los suyos. “Eran divertidos nuestro días, hasta lavábamos nuestra ropa y nos bañábamos debido al exceso de calor en esta zona”, cuenta con nostalgia.


La minería aurífera artesanal llegó a Puerto Yumani después de la pandemia. Son tres años que gente de otras zonas se asienta por un tiempo para buscar oro. Ese trabajo no conoce de fines de semana ni de feriados, tampoco ocho horas laborales reglamentadas por normativa, porque extraen oro 24/7, así llueva, haga calor al extremo o entre un frente frío.


“Esta era una playa hermosa, pero los mineros vienen cavando y cavando y forman huecos, amontonan la tierra, cambian el cauce del río. La comunidad se inunda, el río crece y afecta nuestros cultivos. Pero ellos se entercan, no quieren salir porque no quieren salir de nuestras tierras”, protesta la también madre de familia.


Según Reuters, los mineros artesanales y de pequeña escala a menudo operan "por cuenta propia", a veces pagando a los propietarios de las tierras para lograr acceso a un emplazamiento; también entregando a sus jefes una parte del mineral obtenido. 
En el caso de Puerto Yumani, simplemente invadieron sus tierras, sin siquiera consultar sin avisar a nadie sin que les interese las consecuencias que dejarían. Las orillas del río Beni gritan.


“Aquí pescábamos y sabíamos compartir con la familia, hacíamos nuestra fogata, ahora no podemos  pues ellos usan mercurio y lo botan al río, es más, ya ni peces hay. La gente está susceptible. ¿Bañarnos? Imposible. Si esto continúa, va a ser un desastre. Nuestra lucha es que no haya minería ilegal en esta zona. Creo que hay maneras de generar dinero, no todo es oro, la agricultura también ayuda”, continua Flores.


Ya en el albergue comunal, cansada y con un caminar lento, Victoria Yumani, de 76 años, cuenta -en su idioma tacana- sus preocupaciones. Enfatiza la invasión a sus tierras de gente extraña que saca oro de las orillas de este magnífico río que junto al Mamoré dan lugar al nacimiento del  río Madera. Habla de la falta de agua para el consumo de su pueblo y el miedo de que vuelvan a sufrir una nueva inundación.


Recuerda que el abuelo de su esposo –que murió hace tres años- fue el fundador de la comunidad. Caetano Yumani, un reyesano (oriundo del pueblo de Reyes) que dejó sus tierras y se asentó en lo que hoy es Yumani, a él se debe su nombre. Luego de haberse casado y haber tenido dos hijos, Caetano y Mariano, se dedicaron a la siembre de plátano, yuca, maíz, tomate, entre otros.
Mariano fue quien dejó herederos, mientras que Caetano hijo murió muy pronto. Así, la población fue creciendo. Victoria Yumani es justamente una de las nietas.


“No les faltaba nada porque cuando una cosecha se terminaba, ya tenían otra, hasta cebollas producían. Para obtener dinero, ellos viajaban en canoa con su producción, desde la madrugada salían, y se quedaban a venderlo todo. También retornaban en esa canoa que ellos mismos construyeron, yo me crie como una ranita en el agua, todo conocía”, cuenta la nieta del fundador.


Su compañera, Casilda Cartagena -y quien la acompaña en la entrevista-, comparte su pena. Ambas adultas mayores, hablan a la perfección el tacana, pero no saben leer ni escribir, no solo porque no había escuela en la comunidad, sino que, como muchas, eran limitadas de estudiar porque en esos tiempos su principal rol era ser madres y dedicarse al cuidado de la casa. 

"Caetano Yumani es el fundador de esta tierra, era el nieto de mi esposo que falleció hace tres años. Él le dio el nombre a este pueblo".
Victoria Yumani
Minería artesanal 24/7

Toda la orilla del río Beni, y de la que rodea Puerto Yumani, está protegida por una inmensa tropa de árboles de gran altura y troncos gruesos que dan sombra y oxigenan el lugar. El día de la visita, el 13 de junio, los mineros desaparecieron del lugar porque se anoticiaron que llegaría una delegación del FOSPA. Por ese día, dejaron descansar al río.


Pero quedó la evidencia de su presencia, ahí estaban los restos de sus fogatas, los remanentes de sus carpas hechas de palos de madera y el material de su trabajo con el que sacan el oro. En todo el camino de recorrido de la playa, cientos de árboles caídos yacían en el piso, ya podridos o secos en muchos casos. 


Pero la naturaleza se abre camino, y en donde hay árboles caídos, otros están naciendo, pero son tan inocentes aún que sus tallos son apenas como ramas que nuevamente podrían ser rotas por los extraños visitantes.


“La minería aquí no duerme”, dice el corregidor Benito Chao, y señala al otro frente de la playa. Aunque muy pequeños, pero se puede ver una tienda de campaña cubierta con plástico azul. El ruido de otras personas también lleva la mirada a un espacio que parece ser un brazo de tierra que sale del río, aún más lejano que el primero.


“Ahí están los mineros”, prosigue. Se pueden ver a los lejos sus carpas, a la gente diminuta y su trabajo manual. Están sacando oro y pese a que advierten la presencia de los visitantes, continúan trabajando. Debido a la distancia, es casi imposible ver sus rostros, pero sí sus perfiles y sombras.


María Fátima Linares, comunaria de Yumani, primero agradece la visita, inmediatamente muestra parte de lo que destruyeron los mineros como prueba de lo que es capaz de dejar a su paso la minería. “Estos árboles nos han visto crecer, pero ahora ya no están de pie”, se lamenta.


Es evidente, los troncos caídos sobre la tierra húmeda; varios fueron quemados y arrinconados. Los mineros cortan árboles para prender sus fogatas, para hacer sus carpas y construir su material de trabajo, como especies de bateas para lavar el oro.


Por todo lado, hay huecos en la tierra, el diámetro de los mismos no pasa el metro. Y un poco más lejos está un gran pozo con agua estancada y podrida. “Aquí lavan el oro. Miren lo que han hecho, en todo este sitio antes había árboles, miré como destruyen”, protesta María.


“Nuestra preocupación es que nos contaminan el agua, tenemos miedo de que los árboles ya no absorban el agua del río y Puerto Yumani se inunde otra vez, el agua se come nuestras plantaciones. El río se lo lleva todo. No era así aquí. Ellos trabajan, siempre vuelven”, añade Luis Tarauna, otro poblador del lugar.


De acuerdo a los afectados, Puerto Yumani fue inundado por el río Beni en dos oportunidades. La comunidad que fundó Caetano Yumani se ubicaba justamente a metros de la orilla de este río, usaban sus agua para su consumo, para sus cultivos y para la pesca. 
Tras la primera inundación, a mediados del siglo anterior, la comunidad se trasladó a un lugar más alto, lejos de la playa. La segunda inundación se registró en los años 2000, los comunarios tuvieron que migrar nuevamente. 


La comunidad ha tomado sus previsiones ante la amenaza de una tercera inundación, por eso ha construido un albergue comunitario de cemento y ladrillos, cuenta con escaleras porque se construyó sobre la base de más de un metro de distancia del suelo. El albergue también cuenta con un tanque de agua, una pila, lavaplatos y baños. Junto a este predio, también se encuentra otro de los niños.


En 2023 se inició esta construcción y ya casi está concluida, la inversión fue de Bs 270.000 aproximadamente, dinero que fue proporcionado por el Gobierno Autónomo Municipal Rurrenabaque, Alianza Zurich y COSUDE (Agencia del gobierno suizo para la cooperación al desarrollo). La comunidad también puso su contraparte.


Todos los comunarios coincidieron en afirmar que las aguas del río podrían aumentar si se continua dañando su ambiente, como hasta ahora. Eso también afectaría sus cultivos, los cuales no solo abastecen su consumo diario, sino los comercializan en Rurrenabaque.


Un hecho importante para los yumaneños sucedió el 3 de agosto de 2023, sus cerca de 450 habitantes, la Fuerza Naval, el corregimiento y el Comité Cívico de Rurrenabaque desalojaron a los mineros asentados ilegalmente del lugar. Días anteriores a esa acción, el Concejo Municipal de Rurrenabaque y personal de la Unidad de Medio Ambiente de la Alcaldía hicieron una inspección y comprobaron las denuncias.


Pese a reiterar de manera insistente para que se retiraren de sus playas, ellos se mantuvieron en la zona; es más, en la pandemia del COVID-19 se asentaron más mineros. En su afán por ser aceptados incluso intentaron dividir a Yumani con promesas infundadas, contó Cinthia Yumani, bisnieta del fundador y presidenta del Concejo Educativo, y que guio la caminata a la playa.


En medio de ese desalojo indicaron que no se iba a permitir el desarrollo de actividades mineras dentro de la jurisdicción de Rurrenabaque, pues solo así se evitaría repetir la historia de los municipios cercanos del norte de La Paz, como Tipuani y Mapiri que se encuentran tomados por las actividades mineras dejando a su paso, daños ambientales y sociales.

 

“Tenemos que evitar que los mineros aumenten. Y no lo decimos por nosotros, sino por nuestros hijos ¿qué futuro les vamos a dejar? ¿qué tierras les vamos a dejar?”.
Benito Chao, corregidor de Puerto Yumani
Fotografía Nro
Linares muestra las excavaciones que hace la minería en sus tierras. Fotos: ANF

Un nota de ANF dio a conocer que la Amazonía boliviana es la mayor zona sometida por la expansión de la minería del oro en  Bolivia y que seis son los municipios más afectados: Riberalta, El Sena, Villa Nueva, Nueva Manoa-comunidad Puerto Rico, Nueva Manoa-frontera con Brasil e Ixiamas, según una investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).


Las características de esta ampliación hacia el dominio de estas nuevas zonas se refleja y replica en el modelo del cooperativista minero, que en varios casos se encuentra asociado “ilícitamente” al capital privado, incluso extranjero y “de dudosa procedencia”, que genera utilidades, que contrata mano de obra sin seguridad laboral y que se desarrolla a gran escala mediante la maquinización de la misma, a través de dragas y planchones, con un masivo consumo de combustible subvencionado por el Estado.


Tres son los factores que han posibilitado este crecimiento. El primero, es la cotización del oro en el mercado internacional que llegó a sobrepasar los $us 2.000 la onza troy, hecho que hizo más atractiva esta actividad. El segundo, es el estímulo del Estado a través de la flexibilización de la normativa para la explotación de este recurso con la aplicación de políticas públicas en favor de este sector. Y el tercero, es la complicidad del Gobierno.


“Puerto Yumani va en ese camino, tenemos que evitar que los mineros aumenten. Y no lo decimos por nosotros, sino por nuestros hijos ¿Qué futuro les vamos a dejar? ¿Qué tierras les vamos a dejar?”, argumenta el corregidor. Pese a que los mineros fueron expulsados, no pasó ni 24 horas y retornaron. Hoy continúan con la explotación minera.


¿De qué manera se da esta complicidad del Gobierno? Un reportaje realizado por ANF dio a conocer que al menos son cuatro formas: cuando la AJAM impide el acceso a cualquier persona a un listado georeferenciado del trabajo de las cooperativas mineras, lo que representa a su vez una falta de transparencia (1); por el incumplimiento “descarado” de resoluciones judiciales que han ordenado que se ayude a los guardaparques en su labor, pero se ha hecho caso omiso de las mismas (2); cuando los guardaparques son demandados por los mineros por difamación y calumnia (3) y cuando los mineros con solo reservar su derecho minero creen que ya pueden empezar a explotar este mineral y sin ser autorizados (4).


“Son ejemplos de encubrimiento y de tanta impunidad a los actores mineros ilegales. Muestran cuatro papeles y a ver quién les pide algo”, observó la senadora Cecilia Requena, integrante de la comisión de Tierra y Territorio, Recursos Naturales y Medio Ambiente de la Cámara de Senadores.

 

"Cuando era niña veníamos a esta playa, jugábamos, pescábamos y hasta nos bañábamos. Ahora eso es imposible, los mineros botan el mercurio al río".
Yamilca Flores, comunaria.
Árboles talados que deja la minería. Foto: ANF

Falta de agua

Los pobladores se abastecen de agua solo de dos pozos, que están ubicados en su cancha principal. Eran tres, pero uno de ellos ya se secó, otro se agota rápidamente y uno más es llenado por una cisterna del municipio que no siempre llega a tiempo, algunas veces llega cada dos meses. 


Muy temprano, incluso antes de las 06.00, Cintia Yumani, la dirigente indígena, agarra sus bañadores y camina desde su caza al pozo (noria) para sacar agua. Debe hacerlo lo más pronto posible, pues una o dos horas después ya casi es imposible encontrar suficiente cantidad para ese día.

El día que se visitó la comunidad llegó un carro cisterna a Puerto Yumani, estaba provisionando al pueblo de agua con mangueras y a uno de sus pozos que incluso ya está algo oxidado.


Ahora que no es época de lluvia, las familias de Yumani deben ahorrar hasta la última gota pues apenas les alcanza para sus alimentos. “A veces no podemos bañarnos por la falta de este elemento”, dice Casilda Cartagena.

“Pero tampoco llueve mucho”, comenta otra comunaria, mientras sirve a los visitantes un plato de arroz, con chorellana y un pedazo de surubí. “Este pez fue pescado muy lejos, pues nuestras orillas están contaminadas”. El pescado sigue siendo la base de su alimentación. Acompaña al plato un vaso de limonada. “Hacemos hervir el agua o lo exponemos al sol para luego poder tomarla”, afirma la dirigente indígena.


En todo caso, los comunarios desconocen si el agua que consumen está o no contaminada, pues aquellas del río Beni que alguna vez eran para su sustento, ya no usan; toda vez que los mineros cada vez que deben limpiar el oro, usan mercurio y lo desechan en el agua.
 

“No contamos con agua potable, tenemos que madrugar, si venimos a las 07.00, el pozo ya está seco, queremos una solución porque el agua es vida”.
Cintia Yumani, dirigente indígena.

Mientras esto sucede en el centro de la comunidad, metros más allá, las lechugas y los tomates peritas de doña Luisa Yumani, otra de las nietas del fundador, ya fueron cosechadas y vendidas; pronto cultivará más, esta vez serán tomates redondos, más lechuga y papaya. Esos cultivos riegan con agua de la noria, dice ella; o si llueve, su esposo se encarga de reciclarla.


“Muy poco está lloviendo. Yo quisiera que la minería no trabajen aquí, le echan mercurio, pero seguiremos insistiendo a que se vayan”, dice


Mientras esto continúe, los pobladores no podrán dormir en paz, no hasta que su lucha se abra camino y logren su victoria, así podrán gozar de sus playas y de sus excursiones en familia, tal como lo hacía Yamilca Flores, quien nuevamente mira al río y suspira.

 

Fotografía Nro
Yamilca Flores recuerda su infancia en la playa del Río Beni. Al fondo hay minería ilegal.


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