Opinión
6 de abril de 2021 10:11Silenciar varias voces para imponer una sola voz
La semana pasada algunos medios de información se dieron a la tarea de “anoticiar” sobre supuestas faltas éticas y compra de conciencias de casi una veintena de periodistas bolivianos quienes, según su malintencionada y errónea versión, habrían sido beneficiados con contratos por el gobierno transitorio de la expresidenta Jeanine Añez, incluyendo en el hecho de suscribir un contrato –que no tiene absolutamente nada de inmoral ni extraño- que lo hicieron mientras trabajaban en medios de comunicación, o sea queriendo hacer ver que eran periodistas pagados para que publicasen noticias en pro del anterior gobierno; y esa es la dañina confusión que han sembrado en sus fieles seguidores para que ellos y un ejército de trolls disemine el engaño.
Las personas señaladas han salido al frente, sin nada que ocultar, para manifestar la falsedad de lo expuesto por medios estatales (aunque en realidad son gubernamentales) y otro afín al gobierno, dado que no corresponde a la veracidad de la situación, pero como la desinformación cunde más violentamente que la información, ya mucha gente especula, opina, critica, replica y comparte cosas que no son; es más ni lee todo lo que debe ni entiende aquello que difunde, por lo que a la difamación se une la falta de criticidad.
Por otra parte, se cumplen tres semanas desde que Añez fuese encarcelada, atropellando sus derechos, no por un afán sincero de buscar justicia para las víctimas reales de los conflictos, sino para mostrar quién tiene el poder y advertir a todo el que asome para reclamar el debido proceso el destino que le espera.
No importan las muertes ni las personas heridas, pues para hacer justicia con ellos y ellas corresponde en rigor un Juicio de Responsabilidades, tal como confesó el actual Ministro de Justicia; pero la verdad no interesa, sólo la ambición de aquellos que nunca saldrán al frente para defenderla, sino que mandarán como carne de cañón a leales y fanáticos. En la era de la posverdad se cree lo que se quiere creer, y así usan sin ningún escrúpulo vidas humanas segadas con violencia para posicionar sus intereses bajo la apariencia de buscar justicia.
Por ello, la supuesta “información” (con moraleja incluida) en la que se expone a periodistas, como las acciones contra exautoridades –que deben dar cuenta a la justicia si obraron al margen de la ley- cumple también la tarea de dar un claro mensaje: aquí se hace y se dice lo que quienes ejercen el poder gubernamental deciden que hay que hacer o decir, es incuestionable y absoluto, y por tanto el discurso desde el poder es bueno y todo lo demás es malo. La advertencia también va para los administradores de (in) justicia, para que no se les ocurra obrar desde principios, valores y leyes.
La exposición que de los periodistas se hace, como si de una banda delictiva se tratase, y que sigue erráticos patrones ya vistos en el gobierno de Evo Morales como si de un libreto saliese, no sólo advierte sino que apunta al “enemigo” a destruir.
Las voces y publicaciones de estas personas han sido críticas con el poder de turno, de unos y otros, pero al discurso único lo que más espanta es el sentido crítico de las personas, la labor honesta y las palabras sin ambages o componendas con los poderes.
El periodismo es un oficio cuya condición sine qua non es la libertad para obrar conforme a la veracidad, lo que exige siempre responsabilidad; y junto a éste cualquier voz con espíritu crítico, con conocimiento preciso y fundamentado, con análisis y reflexión propias y no siguiendo modas o la corriente de las masas, es incómoda a ricos y poderosos, pues saben que en cuanto se descubran sus auténticas intenciones y engaños, su “poder” caerá y ya no tendrán el control sobre las conciencias.
Por todo lo anterior, urge alimentar en la sociedad su capacidad de reflexión crítica, de no consumir todo sin criterio y para ello es fundamental el acceso a la educación (que tiene múltiples formas, no sólo el modelo escolar), pero de eso hace décadas que el Gobierno no está dispuesto a debatir, por eso prefiere generar escándalos.
Sergio Montes, SJ es jesuita y teólogo. Director de ANF

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