Opinión
1 de octubre de 2018 16:48Papa Francisco: Acuerdo Provisional con China
El 22 de septiembre de 2018 es una fecha histórica en las relaciones internacionales entre la Iglesia Católica, representada por la Santa Sede, y la República Popular China. Se ha producido un cambio significativo frente a la política de Mao Tse-tung que gobernó a China desde 1949 hasta 1959, implantando brutalmente el régimen comunista y reprimiendo a los cristianos. El gobierno perseguía a obispos y fieles de la Iglesia Católica Romana encarcelándolos e incluso provocando su muerte por falta de cuidados médicos.
El gobierno ha constituido en los últimos años a la nueva Iglesia Católica China bajo las autoridades políticas. Para hacer frente a esa grave situación, similar a la que atravesó la Iglesia en los países europeos gobernados por el partido comunista después de la segunda guerra mundial, la autoridades eclesiásticas del Vaticano y las autoridades políticas chinas han firmado en Pekín el 22 de septiembre de 2018 el Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular de China sobre el nombramiento de los obispos.
Mediante dicho acuerdo, cuyo texto oficial todavía ha sido publicado, el Papa readmite a ocho obispos nombrados por el gobierno chino. Entre ellos hay uno ya fallecido que había manifestado su deseo de reconciliarse con la Santa Sede. A su vez el gobierno chino reconoce al Papa como único líder de la Iglesia Católica. En el futuro, los nuevos obispos serán propuestos primero por los miembros de las comunidades católicas locales junto con las autoridades chinas. Los nombres de los candidatos serán enviados al Vaticano y el Papa podrá rechazar a algunos de ellos. De esa manera se crean las condiciones para una colaboración más amplia a nivel bilateral y una futura reunificación.
Se trata de un acuerdo que ha sido calificado como “histórico” ya que es un primer paso para el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas entre China y la Santa Sede, rotas desde 1951. El Papa Francisco desea que, con las decisiones tomadas, se inicie una nueva etapa que permita superar las heridas del pasado realizando la plena comunión de todos los católicos chinos. La Comunidad católica en China está llamada a vivir en una colaboración más fraterna, para llevar con renovado empeño el anuncio del Evangelio. La Iglesia existe para testimoniar a Jesucristo y el Amor de Dios que perdona y salva.
Este Acuerdo es fruto de un acercamiento gradual y recíproco. Se estipula después de un largo proceso de delicadas negociaciones y prevé evaluaciones periódicas sobre su implementación. Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha declarado: “El objetivo del acuerdo no es político sino pastoral, permitiendo a los fieles tener obispos que están en comunión con Roma pero al mismo tiempo reconocidos por las autoridades chinas”. “Este no es el final de un proceso. Es el comienzo. Esto se basa sobre el diálogo y la escucha paciente en ambos lados, incluso cuando las personas vienen desde puntos de vista muy diferentes”.
Amabas partes esperan que este acuerdo fomente un proceso de diálogo institucional fructífero y con visión de futuro y contribuya positivamente a la vida de la Iglesia Católica en China, para el bien común del pueblo chino y para la paz en el mundo. La firma se realiza en el marco de los contactos entre la Santa Sede y la República Popular de China que están en curso desde hace tiempo para tratar cuestiones eclesiales de interés común y promover ulteriores relaciones de entendimiento.
Ciertamente habrá católicos, especialmente aquéllos que han sufrido durante la tiranía comunista, que tienen la sensación de que han sido abandonados por la Santa Sede y se preguntan inquietos sobre el valor del sufrimiento vivido en fidelidad al Sucesor de Pedro. Por ello rechazan este Acuerdo Provisional y lo toman como una claudicación de la Iglesia Católica. Ante esas posibles críticas el Papa Francisco el 26 de septiembre de 2018 ha publicado un mensaje a los católicos chinos y a la Iglesia universal, titulado “Su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades” (Salmo 100,5). A nuestro juicio, si bien a primera vista el Acuerdo parece una claudicación de la Iglesia Católica, posiblemente sea la manera de iniciar una nueva etapa para mejorar la relación con el Gobierno de China, inspirándose en la palabra de Jesús: “Amen a sus enemigos y rueguen por los que les persiguen” (Mt 5, 44; Lc 6, 35).
El gobierno ha constituido en los últimos años a la nueva Iglesia Católica China bajo las autoridades políticas. Para hacer frente a esa grave situación, similar a la que atravesó la Iglesia en los países europeos gobernados por el partido comunista después de la segunda guerra mundial, la autoridades eclesiásticas del Vaticano y las autoridades políticas chinas han firmado en Pekín el 22 de septiembre de 2018 el Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular de China sobre el nombramiento de los obispos.
Mediante dicho acuerdo, cuyo texto oficial todavía ha sido publicado, el Papa readmite a ocho obispos nombrados por el gobierno chino. Entre ellos hay uno ya fallecido que había manifestado su deseo de reconciliarse con la Santa Sede. A su vez el gobierno chino reconoce al Papa como único líder de la Iglesia Católica. En el futuro, los nuevos obispos serán propuestos primero por los miembros de las comunidades católicas locales junto con las autoridades chinas. Los nombres de los candidatos serán enviados al Vaticano y el Papa podrá rechazar a algunos de ellos. De esa manera se crean las condiciones para una colaboración más amplia a nivel bilateral y una futura reunificación.
Se trata de un acuerdo que ha sido calificado como “histórico” ya que es un primer paso para el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas entre China y la Santa Sede, rotas desde 1951. El Papa Francisco desea que, con las decisiones tomadas, se inicie una nueva etapa que permita superar las heridas del pasado realizando la plena comunión de todos los católicos chinos. La Comunidad católica en China está llamada a vivir en una colaboración más fraterna, para llevar con renovado empeño el anuncio del Evangelio. La Iglesia existe para testimoniar a Jesucristo y el Amor de Dios que perdona y salva.
Este Acuerdo es fruto de un acercamiento gradual y recíproco. Se estipula después de un largo proceso de delicadas negociaciones y prevé evaluaciones periódicas sobre su implementación. Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha declarado: “El objetivo del acuerdo no es político sino pastoral, permitiendo a los fieles tener obispos que están en comunión con Roma pero al mismo tiempo reconocidos por las autoridades chinas”. “Este no es el final de un proceso. Es el comienzo. Esto se basa sobre el diálogo y la escucha paciente en ambos lados, incluso cuando las personas vienen desde puntos de vista muy diferentes”.
Amabas partes esperan que este acuerdo fomente un proceso de diálogo institucional fructífero y con visión de futuro y contribuya positivamente a la vida de la Iglesia Católica en China, para el bien común del pueblo chino y para la paz en el mundo. La firma se realiza en el marco de los contactos entre la Santa Sede y la República Popular de China que están en curso desde hace tiempo para tratar cuestiones eclesiales de interés común y promover ulteriores relaciones de entendimiento.
Ciertamente habrá católicos, especialmente aquéllos que han sufrido durante la tiranía comunista, que tienen la sensación de que han sido abandonados por la Santa Sede y se preguntan inquietos sobre el valor del sufrimiento vivido en fidelidad al Sucesor de Pedro. Por ello rechazan este Acuerdo Provisional y lo toman como una claudicación de la Iglesia Católica. Ante esas posibles críticas el Papa Francisco el 26 de septiembre de 2018 ha publicado un mensaje a los católicos chinos y a la Iglesia universal, titulado “Su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades” (Salmo 100,5). A nuestro juicio, si bien a primera vista el Acuerdo parece una claudicación de la Iglesia Católica, posiblemente sea la manera de iniciar una nueva etapa para mejorar la relación con el Gobierno de China, inspirándose en la palabra de Jesús: “Amen a sus enemigos y rueguen por los que les persiguen” (Mt 5, 44; Lc 6, 35).
Miguel Manzanera, S.J.
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