Opinión
8 de febrero de 2019 08:53Buena señal de la oposición
Además del acierto de reconocer y apoyar al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, en su lucha por recuperar la democracia en su país, el hecho de que coincidieran en un documento los más importantes líderes de la oposición boliviana, provoca un refrescante optimismo en los ciudadanos. Reafirma la convicción de que, más tarde o más temprano, los adversarios del régimen masista podrán unir fuerzas para expulsar del mando constitucional al dúo pegajoso y abrir las puertas para un país libre y zafado de ineficiencia y corruptela.
Sin embargo, como era de esperar, el canciller Pary – a quien solo se lo reconoce en el mundo diplomático por su sombrero – ha debido leer a estas alturas, en Montevideo, una resolución camaral del Senado Nacional, en la que se insta a oficialistas y opositores venezolanos a dialogar para encontrar una solución al conflicto político. Eso es repetir un sinsentido, es el cuento del tío, con que Maduro se ha escabullido, más de una vez, de cumplir con sus compromisos democráticos.
En estos momentos, quienes se refieren al diálogo en Venezuela (Vaticano incluido), no son sino los que están tratando de salvar a Maduro, de darle el necesario oxígeno para que no se ahogue y para que respire, se restablezca, y vuelva a sus conocidas andanzas, burlando su palabra, las leyes, y haciendo broma y escarnio de sus colegas mandatarios y de las naciones que lo llaman a dejar un mandato espurio.
Muy bien, entonces, por Carlos Mesa, Oscar Ortiz, Jorge Quiroga, Jaime Paz Zamora, Samuel Doria Medina y Víctor Hugo Cárdenas, que repudian al dictador venezolano al tiempo que censuran el comportamiento incomprensible, inconsulto, y hasta falaz de S.E., quien, cuando todas las democracias se inclinan por Guaidó, es el único presidente que llega a Caracas, con el manido pretexto del “reabastecimiento” de su lujoso avión, para expresarle el apoyo del pueblo boliviano. S.E. será el presidente de Bolivia, pero no nos representa a todos; es más, hoy representa, como mucha cosa, a un tercio de una Bolivia amenazada o sobornada.
Esta coincidencia de los seis importantes jefes políticos, nos llevan al convencimiento de que cuando llegue el momento de la verdad, en las elecciones de octubre, habrá un acuerdo para la liberación, y que, en los próximos meses, se podrá observar nítidamente quién de los candidatos tiene que ganar al dúo pegajoso, que insiste, contra viento y marea, en aferrarse al poder.
Hoy existe un candidato opositor como Carlos Mesa, que tiene la preferencia según dicen algunas encuestas, pero naturalmente que hay otros candidatos que podrán subir mucho en la simpatía popular, hasta alcanzarlo y pasarlo. Si es así, tenemos que estar convencidos de que quien tenga las mejores posibilidades de batir a S.E. obtendrá, también, el respaldo de los que no tienen chance. Es decir que sin necesidad de anunciar alianzas ni pactos, con solo retirar su candidatura, dejarán el camino expedito a quien pueda vencer.
A la oposición le queda todavía un largo camino de penurias hasta octubre, donde el régimen tratará de agraviar a algunos candidatos además de perfeccionar una maquinaria electoral para alzarse con una victoria fraudulenta. Sin embargo, en ese mismo tiempo S.E., pese al potencial económico del Estado que lo maneja como propio, no tiene por delante unos meses placenteros. Sus errores se suman uno tras otro. Sus desaciertos no se pueden disimular. Su falta de capacidad como estadista, la conocemos desde hace 13 años. Y su desprestigio en la comunidad internacional crece como la espuma por su tozudez en compartir amores con las autocracias más detestables del planeta.
Sin embargo, como era de esperar, el canciller Pary – a quien solo se lo reconoce en el mundo diplomático por su sombrero – ha debido leer a estas alturas, en Montevideo, una resolución camaral del Senado Nacional, en la que se insta a oficialistas y opositores venezolanos a dialogar para encontrar una solución al conflicto político. Eso es repetir un sinsentido, es el cuento del tío, con que Maduro se ha escabullido, más de una vez, de cumplir con sus compromisos democráticos.
En estos momentos, quienes se refieren al diálogo en Venezuela (Vaticano incluido), no son sino los que están tratando de salvar a Maduro, de darle el necesario oxígeno para que no se ahogue y para que respire, se restablezca, y vuelva a sus conocidas andanzas, burlando su palabra, las leyes, y haciendo broma y escarnio de sus colegas mandatarios y de las naciones que lo llaman a dejar un mandato espurio.
Muy bien, entonces, por Carlos Mesa, Oscar Ortiz, Jorge Quiroga, Jaime Paz Zamora, Samuel Doria Medina y Víctor Hugo Cárdenas, que repudian al dictador venezolano al tiempo que censuran el comportamiento incomprensible, inconsulto, y hasta falaz de S.E., quien, cuando todas las democracias se inclinan por Guaidó, es el único presidente que llega a Caracas, con el manido pretexto del “reabastecimiento” de su lujoso avión, para expresarle el apoyo del pueblo boliviano. S.E. será el presidente de Bolivia, pero no nos representa a todos; es más, hoy representa, como mucha cosa, a un tercio de una Bolivia amenazada o sobornada.
Esta coincidencia de los seis importantes jefes políticos, nos llevan al convencimiento de que cuando llegue el momento de la verdad, en las elecciones de octubre, habrá un acuerdo para la liberación, y que, en los próximos meses, se podrá observar nítidamente quién de los candidatos tiene que ganar al dúo pegajoso, que insiste, contra viento y marea, en aferrarse al poder.
Hoy existe un candidato opositor como Carlos Mesa, que tiene la preferencia según dicen algunas encuestas, pero naturalmente que hay otros candidatos que podrán subir mucho en la simpatía popular, hasta alcanzarlo y pasarlo. Si es así, tenemos que estar convencidos de que quien tenga las mejores posibilidades de batir a S.E. obtendrá, también, el respaldo de los que no tienen chance. Es decir que sin necesidad de anunciar alianzas ni pactos, con solo retirar su candidatura, dejarán el camino expedito a quien pueda vencer.
A la oposición le queda todavía un largo camino de penurias hasta octubre, donde el régimen tratará de agraviar a algunos candidatos además de perfeccionar una maquinaria electoral para alzarse con una victoria fraudulenta. Sin embargo, en ese mismo tiempo S.E., pese al potencial económico del Estado que lo maneja como propio, no tiene por delante unos meses placenteros. Sus errores se suman uno tras otro. Sus desaciertos no se pueden disimular. Su falta de capacidad como estadista, la conocemos desde hace 13 años. Y su desprestigio en la comunidad internacional crece como la espuma por su tozudez en compartir amores con las autocracias más detestables del planeta.
Manfredo Kempff
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