Opinión
10 de noviembre de 2021 14:13A un año de gestión gubernamental
La pandemia del COVID-19 golpeó al planeta en 2020 provocando la peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial. Bolivia no fue la excepción: el PIB del país cayó 8,8% registrando su peor desempeño económico desde 1953, un año después de la Revolución Nacional cuando bajó 9,5%.
El 8 de noviembre de 2020 asumió el gobierno actual con la urgente tarea de reencaminar al país por la senda del crecimiento y el desarrollo económico. Difícil pero no imposible labor, siempre y cuando se la haga bien. Es cierto que la recuperación económica, no siendo fácil, está en marcha; pero, también, que no va todo lo rápido que se esperaba.
Según datos oficiales, el crecimiento económico de Bolivia a junio pasado fue del 9,4% mientras que otra variable clave de la economía, el desempleo, bajó al 6,3% hasta septiembre, implicando que aún hay 282.000 desocupados en el país, eso sí, bastante lejos de la altísima tasa del 12% registrada en julio de 2020 con casi 420.000 desocupados.
Otro elemento que da cuenta de la recuperación es el aporte del comercio exterior al país, al registrar una balanza comercial favorable a septiembre por 1.500 millones de dólares, una muy buena noticia, ciertamente, ya que este superávit se da luego de 6 años de consecutivos déficits que restaron más de 5.000 millones de dólares a las Reservas Internacionales Netas del Banco Central de Bolivia entre 2015 y 2020. Tres factores explican este logro: la subida del valor exportado en 67%, el aumento de su volumen en 15% y la mejora del precio promedio en un 45%. Las importaciones también subieron, 32% en valor y 38% en volumen, pese a que su precio promedio bajó 5%; hay que destacar que más del 60% de lo importado son insumos, bienes de capital y equipos de transporte.
Respecto a la inversión extranjera directa neta, que en 2019 y 2020 arrojó un preocupante cuadro de desinversión por la mayor salida que el ingreso de capitales, a junio del 2021 muestra una recuperación con un valor positivo de 314 millones de dólares, algo bueno, porque se precisa más inversión privada para que el país se endeude menos.
¿A qué se debe la recuperación en curso? ¿A un mejor contexto internacional o a las políticas públicas implementadas desde noviembre del pasado año? Se dice que cuando algo sale bien, todos quieren ser el padre del éxito, pero no cuando las cosas van mal.
Por honestidad intelectual habrá que admitir que, stricto sensu, así como en 2020 el negativo impacto de la crisis de la pandemia a nivel internacional y la falta de mejores políticas públicas sumieron a Bolivia en su peor desempeño económico en 67 años, igual hoy, la recuperación se debe tanto a un mejor contexto mundial signado por el alza de precios de los minerales, hidrocarburos y alimentos que exportamos, así como también, a las medidas adoptadas por el gobierno, reconociendo que, de haberse tomado en cuenta varias políticas públicas sugeridas, se pudo haber crecido muchísimo más.
Tomando en cuenta lo anterior…¿cuáles son los desafíos de aquí en adelante?
En abril del 2020 se advirtió al gobierno que si no se ocupaba simultáneamente de la economía y la pandemia, la crisis sanitaria podría desembocar en una crisis económica, lo que efectivamente ocurrió. Hoy, el desafío es tomar urgentes medidas para reactivar más rápido la economía, precautelar la estabilidad y evitar una futura una crisis social.
Para lograrlo, un trabajo sinérgico público-privado resulta definitivamente inexcusable, porque, ni el gobierno ni los empresarios privados podrán revertir, por sí solos, la caída del 8,8% del PIB del año 2020, así como tampoco la tendencia declinante de la tasa de crecimiento de la economía, que disminuyó desde 6,8% en 2013 hasta 2,2% en 2019.
Dar las condiciones mínimas necesarias a quien arriesga e invierte para generar riqueza y empleos, es el camino para garantizar la estabilidad de la economía, alejar la posibilidad de una devaluación y combatir la pobreza en el país. Solo así se podrá garantizar la paz social en Bolivia.
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es economista y Magíster en Comercio Internacional
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