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Nacional Sociedad

Una "chola bocona" y una "camba impertinente" incomodan a la sociedad machista

Las feministas Yolanda Mamani y Beiby Vaca vienen de dos mundos diferentes donde el sistema tiene en común el patriarcado que está “sanito y coleando”.
4 de Enero, 2021
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Las feministas Yolanda Mamani( izq) y Beiby Vaca (der) participan en el programa "Hablar de Bolivia con una taza de café" de la ANF. Foto Claudia Morales / ANF

Por Nancy Vacaflor

La Paz, 4 de enero (ANF).-  Yolanda Mamani viene de la comunidad Santa María Grande, cercana al Lago Titicaca, viste elegante un sombrero borsalino café a tono con su pollera y unas trenzas azabache largas; Beiby Vaca es de Santa Cruz, viste informal, unos jeans azul y una blusa estampada. Vienen de dos mundos distintos, pero una causa las encuentra: hablar de feminismo y su interpelación al sistema machista.

No ha sido necesario romper el hielo para dialogar, desde el inicio el encuentro ha sido cordial y afectivo entre estas dos mujeres que no escatiman sonrisas y expresiones de alegría o de sorpresa a medida que cada una relata su construcción feminista hasta concluir que en el patriarcado las “prácticas machistas son útiles” para conservar el “poder”. 

El escenario preparado por la Agencia de Noticias Fides (ANF) está listo para una nueva entrevista de su serie “Hablar de Bolivia con una taza de café”, esta vez para conversar sobre machismo y feminismo en Bolivia. Acompañadas de un café recién servido se acomodan Mamani, radialista, estudiante de Sociología y extrabajadora del hogar y Vaca, comunicadora social, docente e investigadora. 

Yolanda empieza el diálogo y de inicio plantea un contundente cuestionamiento a la idílica concepción del “chacha warmi”, que en la cultura aymara representa la concepción de la pareja, hombre-mujer. Mamani lo considera “muy convenienciero”, ya que los hombres siguen gozando de “privilegios”, mientras que “las mujeres están para cargar la comida, no tienen voz, no están en los espacios de toma de decisiones”, según cuenta desde su experiencia comunal.

Citando a la escritora argentina María Lugones, Beiby explica que antes de la colonización la “idea del chacha warmi tenía otra mística, otra lógica”, partiendo del criterio de que en todas las culturas existen diferencias entre hombres y mujeres, aunque esas diferencias no implicaban “que uno tenga más valor que otro”, desigualdades que se consolidaron durante la colonia porque los privilegios fueron otorgados a los criollos, a los blancos y en definitiva a los varones. 

“Los hombres lo que hacen es apoderarse de los privilegios”, sostiene Vaca.

Mamani se transporta en el tiempo hasta su comunidad, al seno de su hogar, cuando su padre tenía un trato desigual para su hermano y para ella; entonces cree que desarrolló un “feminismo intuitivo” desde su infancia y recuerda que su madre también fue una feminista, sin saberlo. Ella la impulsó a estudiar y dejar su comunidad porque ese mundo rural solamente la dejaría en la postergación, casada y con muchos hijos.

“Mi mamá me ha dicho ‘este pueblo no está hecho para ti, hay otras formas de vida en la ciudad y tú tienes la opción de elegir, si yo tuviera tu edad y si tendría que retroceder (el tiempo) yo me iría y no volvería´, y esas palabras a mí me han llenado mucho de fuerza”, recuerda.

Beiby Vaca retorna también a su infancia y ve a su madre y abuela en aquellos tiempos en que los roles de género eran marcados por la división sexual del trabajo, la reproducción social, la maternidad, algunos que siguen “intocables” muy a pesar de los cambios en el mundo. 

“En relación a la generación de mi madre y de mi abuela, veo cambios, veo a mi madre feminista sin saber que lo era, diciéndome: anda, viaja, estudia para cuando te deje tu marido, claro, ese tipo de cosas. Si te golpean, defiéndete, denuncia, o sea, sin haberse formado, sin formación política”.

Yolanda y Beiby han testimoniado que en la cotidianidad de la vida se develan las desigualdades y las relaciones de poder que se ejercen entre hombres y mujeres, que en definitiva son relaciones políticas que buscan la transformación de las estructuras de dominación.

En el diálogo, Beiby cita a autores como Rita Segato (Argentina), Aníbal Quijano (Perú) y Silvia Rivera (Bolivia) para explicar por qué siguen vigentes las prácticas racistas y clasistas “y es porque son muy útiles al sistema (…). Te da poder (el) ser machista y racista, pero además el sistema capitalista se beneficia de esos cuerpos que racializa y sexualiza”, sostiene. 

Apunta a la complicidad entre instituciones como el Estado, el mercado, la iglesia y los medios de comunicación, como responsables de sostener un sistema de desigualdad y reforzar el discurso sobre los imaginarios que les atribuyen a las mujeres –por ejemplo- “soñar con ser madres, con casarnos”. 

Mientras que Mamani cuestiona el uso de categorías como “enfoque o perspectiva de género” o “transversalización”, porque cree que el discurso de “no buscamos la confrontación entre hombres y mujeres” solo camufla los privilegios de los varones y la violencia machista.

Plantea refutar directamente el machismo y violencia de los varones, de lo contrario cree que “no va a cambiar nuestra sociedad”, más aún si las palabras feministas o feminismos siguen siendo cooptadas por el Gobierno e institucionalizadas. 

Beiby que se formó feminista desde el año 1998, ha visto cómo se ha ido construyendo este movimiento. A diferencia de Yolanda cree que sí hubo mujeres que desde sus espacios institucionalizados impulsaron cambios, “no jodieron al Estado y consiguieron cosas”; aunque –por otro lado- comparte con la afroamericana Audre Lorde cuando dice “no se puede destruir la casa del amo con las herramientas del amo”. 

Ser mujer y ser chola

Yolanda no sólo se define como feminista independiente, autónoma, libre de Estado, de la Iglesia y de toda institucionalidad, sino como una “chola bocona”, por su raíz étnica cultural, además de su rebeldía frente a una sociedad que todavía discrimina.

Es una migrante que llegó a la ciudad cuando tenía nueve años, fue trabajadora del hogar, se puso pantalón para ir al colegio y evitar la discriminación que la vivió en carne propia. 

Recuerda que su profesor les decía: ‘’yo, no he estudiado para enseñar a las empleadas domésticas’, el mensaje –dice ella- era para las cholas, pero no para las de pantalón.

En su trabajo le observaban que gastaba mucha agua al lavar la pollera y ocupaba mucho espacio; o se burlaban porque hablaba “mal” el castellano, aunque sus dificultades en la pronunciación eran porque su idioma materno era el aymara. Para Beiby esto es un “racismo camuflado”, que en la actualidad está “intacto” con otras formas de manifestación, por ejemplo, en los conflictos políticos de este último año. 

“Ya no necesitas ser ni blanco, ni rico, ni apellidar a lo europeo. Para ejercer el poder vos gritas a alguien maricón, puta, indio y eso te da poder porque vos estás señalando al otro como inferior”, argumenta.

Al principio Yolanda, según recuerda, “bajaba la cabeza”, pero un día decidió decir basta y no callarse más por el hecho de ser trabajadora del hogar, resolvió seguir incomodando a quienes le exigían que sea obediente y le reprochaban que sea una “imilla bocona”, al rebelarse contra estos prejuicios reivindicó su “ser bocona” y su “ser chola”. 

Beiby reflexiona que en su caso su abuela le decía “sos impertinente”, una suerte de censura para quien supuestamente hablaba más de lo que debía, un mandato de que las mujeres no debieran hablar mucho ni fuerte. 

Sin embargo, en una sociedad todavía machista y que sigue reforzando los roles de género, entre varones y mujeres, ambas creen que es posible la construcción de una ciudadanía desde la mirada de las mujeres. 

Para Yolanda están surgiendo desde la cotidianidad “estas mujeres que se están rebelando frente al patriarcado”, rompiendo estereotipos, mandatos sociales y patriarcales. Una lucha que desde lo cotidiano puede ir transformando poco a poco la sociedad.

Beiby destaca su coincidencia con Yolanda y añade, para finalizar, que se está construyendo una “conciencia feminista” que va a derivar en el ejercicio de la ciudadanía a través de la protesta, la lectura, la charla y abriendo espacios de organización, desde la disidencia sexual, desde los feminismos. 

/NVG//ANF

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