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Nacional Política

Vice descalifica a los colectivos ciudadanos y los tilda de "satélites apolíticos"

El vicepresidente Álvaro García Linera hizo un extenso análisis de las clases medias que se expresan en los "colectivos ciudadanos" en un artículo publicado en el suplemento Animal Político del diario La Razón.
14 de Enero, 2018
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El vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera. Foto: ANF
El vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera. Foto: ANF
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La Paz, 14 de enero (ANF).- El vicepresidente Álvaro García Linera en un artículo titulado: “Asonada de la clase media decadente” calificó a los movimientos y colectivos ciudadanos como “satélites apolíticos” usados por los viejos partidos políticos que sufren de una devaluación social y que carecen de capacidad de convocar a adherentes por sí mismos.

El segundo mandatario publicó un artículo en el suplemento Animal Político del diario paceño La Razón en el que hace un extenso análisis de las clases medias en Bolivia y su actuación en las últimas movilizaciones y protestas en diferentes regiones del país.

La autoridad se refiere a la “rebelión clasemediera”. Postula que en los últimos meses ha surgido un fenómeno sociológico vinculado a la proliferación de procesos de autorepresentación de segmentos y fracciones de clases medias urbanas tradicionales.

“A través de colectivos ciudadanos y, recientemente, por medio de gremios médicos, han visibilizado un tipo de malestar social claramente antigubernamental expresado en marchas, movilizaciones, huelgas, estribillos y consignas\".

Según el Vicepresidente estos colectivos tienen una ideología conservadora y, en algunos casos racistas que se demuestra en las expresiones que usan en sus movilizaciones, lo que en su criterio es el “renacimiento del viejo rencor colonial y clasista hacia las clases populares” que ya estalló en la Asamblea Constituyente.

Sostiene que si bien la simbología actual de los colectivos ciudadanos ha cambiado; con relación a las protestas “cívico-separatistas- de los años 2005-2009; porque “ahora usan la tricolor en vez de las banderas regionales, lucen pañoletas rojas en la garganta en vez de los pañuelitos blancos y han sustituido el bate de béisbol con el que rompían cráneos de campesinos por ruidosos petardos”; la composición clasista es similar a la de hace 11 años.

Así como una “radicalización del discurso que asocia lo popular a lo colla (aymara, quechua), la culpa de la reducción de oportunidades políticas de las clases medias a la presidencia de ‘indios alzados’”.

Y que en definitiva la novedad de los “colectivos ciudadanos” como una organización “independiente” se ahoga en el reciclamiento de “desgastados discursos  racistas y clasistas por los antiguos grupos de choque de la Unión Juvenil o por las bandas paramilitares de la dictadura de Banzer.

Una segunda característica que apunta el Vicepresidente es la distancia pública que establecen estos movimientos ciudadanos con los partidos políticos “conservadores”, que en su lectura es una “táctica de camuflaje” con el objetivo de captar simpatizantes proceso en el que se usa un discurso de la “civilidad” y la “ciudadanía”, para que después los captados sean conducidos a una militancia política.

Señala que los principales promotores de estas asociaciones son exfuncionarios de los gobiernos de Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer Suárez y de Usaid desempleados y “que la mayor parte de los gastos los propicien fundaciones de los viejos partidos neoliberales”.

Sin embargo -dice- que “existe en esta maniobra una confesión vergonzosa. El desgaste de los viejos partidos políticos y de sus líderes que ya no pueden convocar adherentes por sí mismos y que, ante la devaluación social que sufren, están obligados al uso de este tipo de satélites ‘apolíticos’” en relación a los colectivos.

García Linera añade que lo verdaderamente relevante de todo este escenario es “esta asonada de específicos segmentos de clase media urbana” que son observados con indiferencia por los sectores populares tradicionalmente movilizados refiriéndose al movimiento campesino-indígena, la clase obrera y vecinos.

Interpreta que se trata de una “movilización reactiva a un movimiento tectónico de la sociedad y que ha empezado a desplazar a la clase media tradicional del espacio de sus antiguos privilegios y oportunidades por una nueva clase media de origen popular”.

Explica que en la última década en el país lo que se ha producido es una “conmoción social” que ha modificado la estructura económica, estatal y social, porque las brechas entre ricos y pobres se ha reducido. Y lo que antes el espacio social de recursos y oportunidades era aprovechado por 1,1 millones de personas de clase media ahora tiene que ser compartido por otros nuevos 2,2 millones que han ascendido desde las clases populares.

En consecuencia dice, “la clase media tradicional, de profesiones reconocidas, que habitaba barrios claramente separados de los sectores populares, de apellidos específicos, se ha visto ‘invadida’ por una nueva clase media de origen popular que es más joven, que también ha accedido a profesiones, oficios, emprendimientos, pero además tiene vínculos más fluidos con el Estado dirigido por los sectores populares lo que le permite acaparar recursos, medios de decisiones hasta hace poco monopolizados por las clases medias tradicionales. Personas que anteriormente te hacían prevalecer su título, su larga trayectoria laboral o el linaje para acceder a algún puesto de mando (…)”.

Al final el segundo hombre del país sostiene que las estrategias que tienden a usar las clases en proceso de “desclasamiento” son varias. Por un lado, si son portadoras del ímpetu histórico buscarán “reenclasarse hacia arriba”, volverán a valuar sus pertenencias y se distinguirán de los segmentos arribistas. Lo que significa “aumentar sus capitales económicos, reconvertir sus titulaciones e insuflar sus prestigios”.

Por otra parte sostiene que “las clases medias tradicionales bolivianas han preferido optar por una actitud reaccionaria que los arroja aún más a la decadencia. Oponerse a la nueva configuración social del país, es una actitud retrógrada; e intentar devaluar el ascenso social de las clases populares reeditando los viejos prejuicios racistas de los hacendados, les quita cualquier rasgo de virtuosismo colectivo”.

/NVG

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