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Cultura y farándula

"Al filo de las rocas" muestra el trabajo de Juan Ignacio Revollo en el arte plástico nacional

El artista plástico paceño abre su sexta exhibición este 9 de agosto en La Paz. Su obra se extiende hasta el cine, el teatro y la ópera.
7 de Agosto, 2018
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El artista plástico paceño, Juan Ignacio Revollo, en plena faena.
El artista plástico paceño, Juan Ignacio Revollo, en plena faena.
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La Paz, 07 de agosto (ANF) .– Con una exhibición donde se verán entre 25 a 30 obras, “Al filo de las Rocas” se consolida como la sexta muestra del artista plástico paceño, Juan Ignacio Revollo, que abrirá este 9 de agosto desde las 19:30 en la galería de la unidad de postgrado de la Universidad Privada de Bolivia (UPB) de La Paz.

La obra del artista se destaca en el grabado, aunque la muestra también recorre sus diferentes plataformas: xilografía, litografía y calcografía, además de oleos, pinturas con tintas y pasteles secos.

La técnica del grabado empuja a Revollo en una suerte de alquimia donde intervienen varios factores que mimetizan la mano y el cuerpo del artesano con sus materiales.


“El grabado es una disciplina que requiere de precisión, meticulosidad y mucha paciencia. El contacto que se lleva con los materiales y el rigor que precisan dichas técnicas hacen que el grabado no sólo sea un medio expresivo, sino una manera de ver el mundo”, explicó Revollo.

Después de pasar por la carrera de Artes Plásticas de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y debido a su fascinación por la tinta, el punto, la línea, Revollo se inclinó por el grabado.  Bajo la admiración hacia la obra de Arturo Borda, Alfredo Domínguez, M.L Pacheco y Cecilio Guzmán de Rojas, el paceño de 36 años perseguió referencias oníricas de la montaña, el desierto, los bosques y la puna, entre otros.

El título de la muestra “Al filo de las rocas” se presentó en el proceso del dibujo entre tinta y gráfico de Revollo. Es pues el error, el accidente y la espontaneidad que muchas veces sorprenden al artista.

“Fue por causa de una secuencia de líneas que sugieren nubes en el cielo y los pliegues de la tierra. De pronto, surgió el reconocimiento de un trayecto recorrido en sueños, diáfano y recortado por los perfiles del horizonte (…)  tal contraste remitió a un estado de alerta y a la vez de meditación, así como: Caminar textualmente al filo de las rocas”, recordó.

En su infancia la mirada de Revollo clavaba en el altiplano potosino. Mientras recorría los lugares desde donde provienen sus padres, en su retina de niño se calcaban más que imágenes, sensaciones. Las formas, luces, pero más que nada los colores, los rojos, los violetas y verdes reflejados en la tierra, estas son ahora parte fundamental de su obra, que desde los sueños y las vivencias susurran a su memoria.

“Todo Potosí, todos esos caminos recorridos, el contacto con la naturaleza, el campo mismo sin luz. Ese contacto es pilar de mi obra y en mi formación”, indicó el artista de 36 años.

Su oficio se enmarca en su trabajo dentro del rito del grabado, donde se desarrolla hace más de 15 años con soltura, flexibilidad hacia la pintura, guiñándole el ojo al cine y al teatro desde la dirección de arte y diseño escenográfico.


Y aunque en su hoja de vida figura el haber sido parte del equipo artístico de grandes como son Jorge Sanjinés, el fotógrafo Peter Zeitlinger, Ulrich Bergfelder y Werner Herzog, es el encuentro con el paisaje, el territorio ―su paso por él― y la experiencia lo que preocupan al artista: el encuentro, quizás, consigo mismo.

Es en el recorrido físico se encuentra con la experiencia vital lo que genera las sensaciones que Revollo plasma en su grabado, en su pintura, en su escenografía, en sus paletas de colores y en sus propuestas en blanco y negro: “La elegancia y fuerza del blanco y negro es única”, indica.

“Es la vivencia, es el caminar a través de eso, lo que sucede dentro de uno, lo que te provoca.  Luego en el taller es como ritualizarlo, al sacarlo en el proceso sucede eso de volver, volver a leer eso que has asimilado para luego ponerle alguna especie de razón”, resaltó.

Además de los clásicos a los que el artista siempre vuelve como son William Turner o Kandinski, el maestro Max Aruquipa es una inspiración para el grabador paceño.

“Él me presento al grabado, me enseñó la cocina, es antropólogo y Cocani”, dice Revollo entre risas de complicidad, “Es del lago”, prosigue”, su obra es de protesta y es social totalmente. Es figurativa, pero es expresiva, bien libre y eso no sé, pero admiro y me gusta y lo conozco y creo es algo bueno haber trabajado con él y ver su espontaneidad, su manera de ser profesor y pensador y reflexionar desde lo aimara y desde lo cholo”, recuerdó.

La plástica, el grabado, la pintura han impulsado a Revollo a dar un salto al cine, la ilustración y el teatro.

Gracias a una invitación de Carlos Piñeiro, Revollo fue parte del equipo de arte de sus tres primeros cortometrajes “Martes de challa” (2008), “Max Jutam” (2010) y “Plato paceño” (2013) y también es el encargado de arte en la ópera prima del realizador paceño, “Sirena”, que se filmó a orillas del lago.

Su primera participación en un largometraje también sigue esa hilacha, fue German Monje el director de “Hospital Obrero” (2009) quien le dio la oportunidad.

Revollo también participó en otras producciones cinematográficas y de publicidad, fue parte del equipo de “Insurgentes” (2011) y “Juana, guerrillera de la Patria grande” (2014) de Jorge Sanjinés.

Las últimas producciones en las que participó sugieren un interés para cinéfilos, fue parte de la producción boliviana de la película “Sal y Fuego” (2016) de Werner Herzog. Más allá del filme, Revollo trabajó con el fotógrafo Peter Zeitlinger y el diseñador de arte, Ulrich Bergfelder, el equipo titular de gran parte de la obra del maestro bávaro.

En el teatro Revollo ha sido parte de proyectos con Percy Jiménez en Shakespeare de Charcas (2011) y Los B (2012), también la ópera -con la orquesta de Instrumentos Nativos (OEIN)- dirigida por Cergio Prudencio.

Lo último para detallar, pero no menos importante, son los trabajos de Revollo que ilustran las páginas de las novelas, “Cuando Sara Chura Despierte” (2003) e “Illimani Purpura” (2010) del escritor Juan Pablo Piñeiro.

/MJF/

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