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Opinión

¿Qué más se podía esperar?

18 de Septiembre, 2010
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MANFREDO KEMPFF SUAREZ
Eso de que el presidente norteamericano Barack Obama expresara que el Gobierno de Bolivia “ha fallado de manera demostrable” en cumplir con los acuerdos antinarcóticos en los últimos doce meses, era algo totalmente esperable, y más aún, seguro. ¿Qué más esperábamos los bolivianos? ¿Qué más podía aguardar la comunidad internacional? ¿Acaso ya no está plenamente comprobado que el narcotráfico vive una etapa de Jauja en Bolivia? ¿No se sabe que el camino para los narcos se despejó con la expulsión de la DEA y con la ampliación de las áreas de cultivo de coca?

Bolivia ha sido “descertificada” por tercer año consecutivo y si el MAS continúa en el poder por diez años más – ¡Dios nos libre de semejante cosa descabellada! – habrán diez años más de “descertificación” y diez años en los que S.E. seguirá burlándose de los informes anuales que recibe el Congreso de la Unión; y aparecerán ministros y senadores aturrullados que dirán, haciendo coro a S.E., que todo es cuestión de venganza imperialista, de embustes gringos, de falacias capitalistas. Claro que ahora no se trata sólo de EEUU, sino también de un verdadero cabreo en la Unión Europea y de un cabreo mayúsculo en Brasil donde la pichicata está haciendo estragos.

S.E. no la tiene fácil en estas épocas. Ya no es cosa de repetir que la “hoja sagrada” se debe respetar, que es una tradición religiosa precolombina, que como ungüento sirve para curar todo, desde la tos hasta las almorranas. Y que los niños podrían desayunar con tortas de coca en las escuelas. No señor.  S.E.  ya no la tiene tan fácil. Aun cuando él, con su infinito candor – o irresponsabilidad –, se abanique y continúe diciendo que la coca no hace daño y que la cocaína es cosa de occidente.

La coca, en su estado natural hace daño: embrutece. ¡Cómo no va a hacer daño rumiar durante años una hoja que aletarga porque expele sustancias narcotizantes! Claro que hace daño. Ahora bien, el daño no se lo ve en heridas, ni erupciones, ni moretones en el cuerpo; el daño no se lo ve en diarreas ni vómitos. Se lo ve en la cara. En la cara se nota perfectamente quien consume coca y quién no. Y no es por los dientes verdes del acullico, es por el semblante abotagado. Esto conduce a una degeneración de la especie.

S.E. tiene toda la razón cuando dice que la inmensa demanda norteamericana y mundial de cocaína provoca una mayor producción de droga. Muchos coinciden en que las sanciones por el consumo de cocaína u otros estupefacientes debieran ser más duras. Las naciones ricas tienen mucha culpa, desde luego, en que los pobretones les tengan que blanquear las narices a sus jóvenes o hacerlos humear hasta por las orejas. Los ricos pagan bien y los pobres cobran algo. Pero, claro, todo se queda, después del largo camino, en las arcas de las mafias mexicanas, colombianas y brasileñas. Hasta en eso de las mafias somos segundones.

En Bolivia el campesino pobre coquea, mira pasar la vida con desdén, y muere sin saber qué sucedió. Pero el dirigente campesino no. ¡Ese sabe para qué es la coca! Como también aprendieron en las ciudades. Y con un Gobierno permisivo, las cosas mejoran. A ellos lo que les interesa es que tanto los gringos, como alemanes, españoles, franceses, brasileños, consuman “la blanca”. Y ahí está la cuestión: ¿en Bolivia se siembra coca para consumo “tradicional” o para consumo “criminal”? Con las 12 mil hectáreas que dispone la Ley 1008 hay de sobra para el consumo humano. ¿Y las más de 20 mil que sobran? Todo eso va al narcotráfico. Y por eso es que protesta la comunidad internacional. Porque Bolivia es pieza fundamental en el inmenso y jugoso negocio del tráfico de drogas.

Entonces no es una cuestión tan simple, como dice S.E., de que la gran demanda obliga a producir. Quien produce para destinar al narcotráfico, delinque. Quien lo hace para el acullico no, porque lo protege la ley. Y en Bolivia se ha multiplicado la producción de coca no precisamente para acullicar sino para emporrarse con sulfato base hasta caer sentado. Este Gobierno tiene el cinismo de referirse a los anteriores “narcogobiernos” y lo dice sin sonrojarse. Y hay algo que todo el mundo ahora sabe: ningún gobierno boliviano ha permitido producir y exportar más cocaína que éste. Las cifras, miles de números, están a la vista.

Resulta que Bolivia ya es parte de la pugna política preelectoral en Brasil, porque el candidato socialdemócrata, Serra, denuncia la “complicidad” del gobierno masista con la tragedia que produce el  narcotráfico en el país vecino. Y reclama a los cuatro vientos  por qué el presidente Lula viajó nada menos que al Chapare,  dejándose agasajar con guirnaldas de hoja de coca.   
 


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