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Opinión

Malos tiempos para las inversiones

3 de Septiembre, 2010
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MANFREDO KEMPFF SUAREZ

Muy mala noticia ha sido la que ha recibido Bolivia – o una buena parte de ella – ante la expropiación del 33, 34 % de las acciones de la empresa de cemento FANCESA, a favor de la Gobernación de Chuquisaca. Lisa y llanamente se trata de una medida atrabiliaria que, bajo el eufemismo de “recuperación”, golpea de nuevo a la libre empresa, causando daño y comprometiendo al Estado a pagar, como indemnización, una considerable suma de dinero que no tiene. Salvo, claro, que el Estado pretenda ir a un juicio trunco – cosa difícil – para que esto quede como un asalto vulgar.

Estas situaciones anómalas, planificadas para imponer una nueva “visión de país”, ha llevado a que, como una locura insana, se espanten las inversiones. Es evidente el acoso a las regiones productoras, en general a todos los lugares donde se pueden generar negocios. Las nacionalizaciones o “recuperaciones” han sido la base para que el capital huya de Bolivia. Y así nos hemos quedado, sin recursos para la explotación de los hidrocarburos ni para movilizar otras actividades que podrían estar generando importantes ingresos y mano de obra.

El Gobierno asegura que garantiza la seguridad jurídica a las empresas privadas, pero, en cuanto puede, las atemoriza con amenazas, acechanzas, y extorsiones o las expropia, sin más vueltas ni explicaciones, como en el caso de FANCESA. Parece que fuera una actitud intencional para debilitar a sectores que el MAS considera peligrosos para su estabilidad política, es decir puntas de lanza de poderes no confiables, que el Gobierno desbarata y hasta ha logrado acorralar de manera torva y oscura, en la nueva Constitución.

La frase acuñada y repetida hasta el cansancio por S.E. de que Bolivia requiere de “socios y no patrones”, no tendría ningún reparo, si no fuera que el Gobierno no quiere socios que inviertan en serio y sí se está embarcando en riesgosas aventuras con  patrones que no son justamente los que más conviene a la nación.   

Los inversores en Bolivia no tienen la menor seguridad para poder sobrevivir. No obstante, en Santa Cruz por ejemplo, los empresarios continúan arriesgando sus recursos porque resulta imposible no hacerlo. Un empresario está para producir y se produce invirtiendo. Los empresarios nacionales confían ingenuamente en las reiteradas promesas del Gobierno, sobre falsas seguridades de que serán respetados. Eso no se cumple. S.E. y su partido no tienen una mentalidad favorable hacia una apertura plena a las inversiones o captación de capitales, que sería lo más inteligente y lo único que ofrecería bienestar.

Y no habrá seguridad jurídica en el país, porque, aunque el Gobierno cambie de actitud con el tiempo – lo que no parece muy probable –, está dejando crecer sin medida a grandes núcleos empobrecidos – aleccionados con mala intención – que   deploran la libre empresa, confundiéndola con el maldecido neoliberalismo. El Gobierno sabe muy bien – y S.E. mucho mejor – que un golpe duro a la empresa privada, sea de donde sea, le da popularidad. Y el gobierno del MAS respira a través de la popularidad porque le da vida el halago de las multitudes. Entonces recurre a cualquier medida fatal para la economía pero buena para que las masas le repongan su confianza y su respiración se normalice.

Ahora nos encontramos con que la fábrica FANCESA estará conformada en partes iguales por la Universidad San Francisco Xavier, la Municipalidad de Sucre y la Gobernación de Chuquisaca, y que, tal vez – por cuestión de una insignificante diferencia accionaria – le corresponda conducir la cementera al Gobernador Esteban Urquizo, un caballero elegante, de sombrero y bigotes, pero que, sin pretender ofenderlo, apenas balbucea algunas cosas enredadas, como enredada y desastrosa se vislumbra su eventual administración. No se debe dejar de lado algo más, y es que S.E. persigue sañudamente a sus adversarios políticos hasta cazarlos y casualmente el socio mayoritario en FANCESA es Samuel Doria Medina. Ahora le tocó a Doria Medina, pero mañana será cualquier otro. Además del asalto viene la “investigación” correspondiente y el terror.  

El Gobierno engaña una y otra vez al empresariado privado. Un día se reúne con la cúpula empresarial o con importantes productores y les garantizan seguridad jurídica, y al día siguiente, sin mediar ningún conflicto visible, lanza alguna ley que los revienta. Y así sigue el empresariado desde hace más de cuatro años, tratando de levantarse, creyendo cuentos chinos, pero siempre a merced del zarpazo gubernamental.   

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