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Opinión

¿HACIA EL TOTALITARISMO?

21 de Agosto, 2010
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MANFREDO KEMPFF SUAREZ
Por: Manfredo Kempff (*) La marcha hacia un totalitarismo en Bolivia no se detiene de ninguna manera; menos todavía, cuando defenestrada la anterior Corte Nacional Electoral, en la que confiaba el pueblo porque el margen de fraude era escaso, surgen temores justificados. Está vigente ahora, por mandato constitucional, el Órgano
Electoral Plurinacional y con eso nos la veremos canutas. Una prueba de esta grave situación es que el nuevo Tribunal Supremo Electoral emerge con tres vocales elegidos por la Asamblea Legislativa de entre simpatizantes del MAS, cuando no, en el caso de uno de ellos, que ha reconocido su abierta filiación masista y que al momento de jurar lo hizo con el puño izquierdo alzado. Aparte de que el “tapado” elegido a dedo por S.E. preside el tal Tribunal. Es el acabose. Consumada la toma del organismo electoral por el Gobierno y reuniendo así, en sus manos la suma de todos los poderes – Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral – es ocioso pretender que alguna candidatura de oposición al MAS pueda vencerlo en una puja electoral. La limpieza en el sufragio ha desaparecido del todo y se da paso al fraude total. De ahora en adelante, la democracia no será un juego político entre las distintas tendencias sino entre las diferencias que puedan surgir dentro del partido oficialista (como sucedió con el MNR en la década de los años ´50 y ´60) donde la oposición, como se
entiende tradicionalmente, estará excluida.
La oposición servirá sólo para que el Gobierno proclame que existe democracia en Bolivia. Los opositores que acudan a votar certificarán que los bolivianos vivimos en un estado de derecho. Es decir que ir a las urnas no será otra cosa que hacerle el juego al partido oficial, dar legalidad a un atentado contra la nación de una naturaleza inconcebible. Además, no se debe olvidar que el abuso del oficialismo ha llegado tan lejos, ha desfigurado tanto la democracia, que los candidatos adversarios que vencen al MAS están a merced de ser defenestrados, sin previo proceso judicial. Basta la acusación formal de un fiscal sobre corrupción, fraude, o lo que sea, para que un gobernador, alcalde o parlamentario, sea destituido sin más trámite. Sabemos de cinco alcaldes que han sido destituidos hasta la fecha en lo que va del año. Y existen gobernadores amenazados de igual manera, entre otros el nuestro, Rubén Costas. Mientras tanto, el Gobierno los reemplaza con personajes afines al MAS que pueden perennizarse en el puesto. Esto es un robo que nunca había tenido antecedentes similares en Bolivia.

¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? Creemos que muy poco ante la apariencia de legalidad. Y pensamos que muy poco porque ya se ha impuesto el unipartidismo en Bolivia copando todos los poderes. El partido único es un hecho que no sorprende a nadie, si se recuerda que ya había anunciado Evo Morales que tenía el Gobierno pero que deseaba el Poder pleno. Ahora, huelga decirlo, el poder absoluto está en manos del S.E. y de su Movimiento.
En este empeño ha tenido mucho que ver el vicepresidente García Linera quien ha montado una sibilina estrategia de captura del mando que le permitió el respaldo de la masiva votación
de campesinos, cocaleros, empleados, obreros, y clase media arruinada, sin empleo. Esa es la democracia y de esa forma, haciendo campañas millonarias en publicidad, y últimamente, con entrega de obras hasta inconclusas y ajenas, esos votos, que los sabemos pasajeros, le han dado todo el poder al partido oficialista. Son los riesgos que se corren en un sistema mañoso que busca eternizarse. Mala cosa es anular al adversario y no dejarle una salida a través del voto. Es como acorralar al jabalí. Las experiencias históricas han demostrado mil veces que al vencido se le debe dejar siquiera un resquicio para que respire, una posibilidad de lidiar con cierta esperanza para que no embista de manera suicida. En Bolivia los adversarios políticos han pasado a convertirse en enemigos sin ningún derecho a pataleo. S.E.
llegó al Gobierno por la enorme votación que obtuvo. Esa votación la ganó limpiamente. Ganó con una Constitución tradicional, si cabe el término. La mala imagen y el
fracaso de los partidos en retirada sirvió para que S.E. asumiera el mando sin la menor traba. Ahora don Evo, aquél que clamaba por un juego limpio, juega sucio. Aprovecha las circunstancias para asestarle un golpe a una democracia que nunca le gustó. Al S.E. le fascina el poder, no la democracia; le gusta mandar, no gobernar. Y ahora trata de asegurarse que eso no cambie nunca. ¿Valdrá la pena volver a sufragar en una nueva elección? No conviene de ninguna manera. Como están repartidos los naipes sería, simplemente, dejarse tomar el pelo por jugadores tramposos. (*) Escritor y diplomático.

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