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Opinión

¿De la fiesta al infierno?

25 de Septiembre, 2010
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MANFREDO KEMPFF SUAREZ

Se ha disipado el humo de cohetes y petardos de las fiestas septembrinas, mas no el de los chaqueos, y Santa Cruz, desde mañana, volverá a su trajín diario de los atascos vehiculares, del movimiento febril de los mercados y de las peleas callejeras entre recoveras o sindicalistas de los gremios más diversos. Reaparecerán las voces seseantes de los dirigentes mandones. Veremos eso con ojos ardientes como ascuas.

Mientras la Madre Tierra está con su rostro terso y fresco en occidente, aquí a la Pachamama la queman y la descuartizan sin contemplaciones,  y le dejan cicatrices horribles. La maltratan hasta hacerla estéril o abortar productos raquíticos. A partir del lunes todo tiene que regresar a su cauce, porque una fecha histórica, por importante que sea, no cambia nada en la vida de un pueblo; es una emotiva remembranza, aunque los discursos sean muy elocuentes y las promesas abunden.
Se habrán ido, por fin, los mandatarios a la sede de gobierno, satisfechos. Los altos funcionarios de la “nomenklatura” masista habrán partido también.  Y  volverá a aparecer el fiscal Soza en busca de separatistas y terroristas, con su arrugada lista de sospechosos en el bolsillo; citarán otra vez al Gobernador de Santa Cruz para averiguar cuánto gastó en el referéndum para aprobar los estatutos autonómicos; investigarán al alcalde cruceño rebuscando alguna lejana pillería por ahí; a los agricultores  los amenazarán con que se les prohibirá exportar si acaparan productos; advertirán a los empresarios que no negocien con el hambre del pueblo, y volverán los cupos para vender al exterior.

Lamento ser el primer aguafiestas luego de estos regocijos del Bicentenario independentista. He disfrutado de nuestra Feria como pocas veces  y me he embelesado con las preciosas muchachas – azafatas y no azafatas – que paralizaban el tráfico, y con los pabellones bien adornados y visitados. Música, bailes, misses, cantos, himnos, todo ha estado como debía ser, nada ha faltado en ese sentido. Pero, desde mañana, nos va a faltar la confianza en lo que nos aguarda; seguridad en los retos que tenemos por delante.

Quién duda que los cruceños seguiremos marchando esforzadamente como desde hace 450 años.  Pero los mensajes que nos llegan no son buenos. Eso tenemos que admitir. Que haya venido S.E. a Santa Cruz para decirnos algunas cosas feas y otras alentadoras nos ha dejado a medias. Pero todo se enterró con el discurso presidencial en Naciones Unidas y sus declaraciones a CNN. Todo lo ha ratificado a su retorno: S.E. quiere la reelección para el 2014 y quiere la ley contra el racismo tal como está, amenazando la libertad de expresión. Los cruceños estábamos de parranda, es cierto, era nuestra fiesta; pero no era tan grande el sarao como para no advertir las cosas graves que dijo.

Aquí, en Santa Cruz,  no se le ocurrió decir que aspiraba a la reelección en el 2014, sin haber hecho siquiera algo para este período que se presenta crítico. ¡Si no ha hecho más que viajar! Pero nos quiere convencer a todos los bolivianos, como a borregos, que ésta es su primera gestión porque la anterior no cuenta ya que por entonces vivíamos aún en la era republicana y que ahora vivimos en el Estado Plurinacional que es distinto. Si interpretamos bien, S.E. quiere decir que sólo ha gobernado Bolivia durante ocho meses. ¡Pero qué cara! Y no se arruga. El cinismo nos tiene tiesos.

Debemos tener mucho cuidado con el asunto racial también, porque si al presidente Obama lo ha aludido despectivamente en Nueva York, qué les aguarda a quienes hacen chistes en Bolivia con cholitas y morochos. Esto de la raza está muy grave. No es solamente el racismo antiespañol por aquello de la Colonia, ni el antinorteamericano por el capitalismo, sino que hay además antisemitismo, seguramente que por sus nuevas amistades. ¡Vaya cosa! Ahora que está de ñañas con Irán, Libia, y otros estados islámicos, S.E. se ha vuelto más antisemita que nadie. Y para que no digan que uno exagera, la prueba está en que hemos roto nuestras relaciones diplomáticas con Israel.

Se ha quejado, tras poner los pies en La Paz, que ya no se tolerará que se diga “colla maldito” o “colla mala raza”. Eso está muy bien. ¿Pero por qué S.E. tiene que pisar Bolivia y crear malestar entre la gente? ¿No puede llegar con alguna buena noticia? ¿Con algún éxito para exhibir y contentar a este pobre pueblo? ¿No puede dejar aunque sea por un momento su resentimiento?

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